Aportes al debate sobre la construcción de Las Comunas en Venezuela [1]
Emiliano Teran
Mantovani
ALAI, América Latina en
Movimiento
“La reconstrucción de la esfera reproductiva, material
y política es la característica definitoria del modo socialista de control
metabólico social. No puede dejarse para un lejano futuro la creación de las
mediaciones necesarias para alcanzarla. En esto muestran, la articulación
defensiva y la centralización sectorial del movimiento en el siglo veinte, su
auténtico anacronismo y su inviabilidad histórica”.
István Mészáros
“Que abran los pétalos mil flores y que florezcan mil comunas”
Oscar Guédez, Comuna Francisco Tamayo
Oscar Guédez, Comuna Francisco Tamayo
La Revolución Bolivariana se encuentra en un punto de
inflexión, en una bifurcación, la cual se va a definir en la dinámica de
reajustes y reacomodos del esquema de poder en Venezuela luego del
fallecimiento del presidente Hugo Chávez. En dicha dinámica, el papel del
chavismo de base, Poder Constituyente que encarna una fuerza contrahegemónica,
es medular, debido a que representa la masa crítica de un proyecto popular
autogobernante y anticapitalista, con un enorme potencial emancipador y
ecológico, que genera un contrapeso a las tendencias más conservadoras y
reaccionarias que operan en este esquema de poder nacional.
El proyecto político de la “Comuna”, que también se ha
llamado el “Estado Comunal” ―término no carente de problemas―, es un reflejo de
toda esta dinámica, en el sentido en que contiene una serie de propuestas para
la construcción de una soberanía popular-territorial sostenible, pero que no
está libre de las tensiones propias de un esquema de poder dominado jerárquica
y centralizadamente por el Petro-Estado venezolano, y su particular cosmovisión
desarrollista.
El importante debate sobre las Comunas, como el proyecto de
un nuevo modelo de sociedad post-rentista y post-capitalista, ha sido muy
permeado por la epistemología eurocéntrica y neocolonial que encierra el ideal
del «desarrollo», la cual está profundamente anclada en nuestros mitos
fundacionales como nación, constituyendo así nuestros patrones de conocimiento.
Es fundamental no sólo ampliar cuantitativamente los debates sobre La Comuna en
Venezuela y América Latina, sino también cualitativamente, en los términos de
poder pensar este proyecto desde otras epistemologías, más allá del ideal
desarrollista y de la trampa del extractivismo como base material para la
transición.
Hemos propuesto algunos puntos fundamentales para la
discusión, tratando de resaltar las limitaciones que se plantean en la construcción
de un modelo social comunalizado, a partir de los patrones del capitalismo
rentístico y su particular esquema de poder jerarquizado por el Petro-Estado.
La idea es tratar de visibilizar dichos límites, e intentar abrir nuevos
caminos para la concreción de este proyecto revolucionario.
a) Petro-Estado y Comuna: lo exógeno y lo endógeno
Antes que denominar al Estado venezolano sólo como “Estado
burgués”, es importante reconocer su carácter sui géneris en la dinámica del
capitalismo mundial. Se trata principalmente de un Petro-Estado
desarrollista y dependiente que va tomando forma y definición
entre las décadas de los 30 y 40 del siglo XX, y que tiene su razón de ser en
un elemento de carácter exógenocomo lo es el petróleo para el
mercado mundial capitalista.
Esto significa que el llamado “desarrollo endógeno”,
que supondría el empoderamiento popular-territorial en vías hacia la
constitución de Las Comunas, como núcleos principales de un nuevo
modelo social construido a partir de las particularidades bioculturales de los
territorios, estaría siendo impulsado y administrado por el Petro-Estado, el
cual ha funcionado históricamente, y continúa funcionando, como una interfaz entre el capital y la naturaleza,
entre el territorio y los sujetos ―como una especie de alcabala de la
economía-mundo capitalista―, y como el gran gestor de la senda del «progreso»
de las naciones, todo esto determinado por un esquema de poder profundamente
centralizado y además articulado a la lógica transnacionalizada de la
globalización.
Es fundamental entonces, pensar qué papel puede jugar
realmente este proceso de empoderamiento de lo endógeno bajo el esquema de «desarrollo»
exógeno que caracteriza la histórica estructura del Petro-Estado venezolano,
más allá de los planteamientos programáticos estatales que teorizan hacia esta
dirección. ¿Qué factores constitutivos han llevado a que en cambio, en la
actualidad el modelo rentista se haya profundizado ―cerca del 95% de las
exportaciones provienen del petróleo según el BCV[2]― y que la
economía social sea aún tan minúscula en términos relativos respecto al tamaño
de nuestra economía?
Incluso con los grandes avances en la Revolución Bolivariana,
las propias limitaciones de este modelo desarrollista del capitalismo
rentístico, apuntan a unas muy problemáticas tensiones entre lo exógeno y lo
endógeno, entre lo nacional-estatal y lo popular-territorial, que en épocas
pasadas estaban determinadas por la lógica extractivista más oligárquica
impulsada por el Petro-Estado de la mano de los Estados Unidos, hasta llegar a
la actual lógica extractivista estatalizada y burocratizada, de la mano
principalmente de China. No en vano, el esquema de poder que reproduce la
estructura del Petro-Estado nos llevó, del desplazamiento de la vieja oligarquía
venezolana en el mando del mismo, a la formación de una nueva burguesía
corporativa en el seno de la Revolución Bolivariana. Esto no responde a una
casualidad.
¿Podría el mismo Petro-Estado ir gestionando su propia
disolución, desapareciendo por medio de su iniciativa administrativa,
transfiriendo fondos “de arriba hacia abajo” para ir delegando las actividades
productivas y el ejercicio del poder a las organizaciones comunitarias, hasta
democratizar y comunalizar la organización de la sociedad venezolana?
Comprender las limitaciones estructurales de nuestro esquema de poder nos
invita a pensar en la activación de alternativas de transición no
extractivistas más allá del patrón del «desarrollo».
b) ¿Es posible la “Siembra Petrolera” para el “Estado
Comunal”?
La forma en la cual el Petro-Estado parece prometernos
nuevamente el camino hacia la “modernidad”, el «desarrollo» y la
“independencia”, nos remite a la vieja idea de “sembrar el petróleo”. Desde los
años 30 del siglo pasado, hasta la actualidad de la Revolución Bolivariana ―con
un paréntesis en el período de crisis y reestructuraciones neoliberales
1983-1998―, esta idea enarbola la posibilidad de salir del modelo parasitario
rentista a partir de la propia captación de la renta, para enrumbarnos hacia
una “Venezuela productiva”.
Pero, ¿por qué no hemos podido “sembrar el petróleo”? La
respuesta ha sido constantemente adjudicada por nuestros representantes
políticos como un problema de índole administrativo y gerencial ―era
prácticamente una promesa en todos los discursos de toma de posesión
presidencial el afirmar que “¡ahora sí administraremos bien los ingresos
petroleros!”. No obstante, esta matriz de opinión ha ocultado dos elementos
importantes: uno, los propios límites estructurales de nuestra economía
nacional, y dos, que además la futura “Venezuela productiva” se ha inscrito en
una lógica profundamente desarrollista, es decir, que no abandona el patrón de
ordenamiento social basado en la idea de «desarrollo».
El Petro-Estado venezolano es, tal y como lo diría Asdrubal
Baptista, una especie de terrateniente, el cual percibe una renta que no
produce. Con esa renta, recrea la modernidad y alimenta la ilusión del «desarrollo»
y la “independencia”. La idea de “sembrar el petróleo” se basa en el mito por
el cual el dinero de la renta, los petrodólares, pueden resolverlo todo. El
problema es que la inyección de estos grandes excedentes petroleros se insertan
en nuestra estructura económica doméstica, causando numerosas distorsiones que
impiden, bloquean y/o desestimulan el dejar atrás el propio modelo rentista.
Al respecto, existen varios factores a tener en cuenta. Los
enormes excedentes introducidos como circulante en el cuerpo de la nación son
totalmente desproporcionados respecto a nuestra estructura económica interna,
lo que produce una “indigestión” rentística, parafraseando a Pérez Alfonzo, que
al contrario de lo que se querría, estimula poderosamente una “artificiosa”
economía parasitaria de importaciones. Este caudal de petrodólares produce el
relajamiento de las expresiones productivo/creativas, las cuales, en la
relación paternal/clientelar que fomenta el Petro-Estado, se desmovilizan
esperando su parte de la renta ―para qué producirlo si podemos recibirlo.
El proyecto de La Comuna se enfrenta entonces, no sólo a las
reestructuraciones que el Petro-Estado hace del espacio geográfico, urbanizando
y modernizando el mismo, insertándolo al mercado mundial capitalista e
incrustándole estilos de vidas y cosmovisiones funcionales al propio sistema
―pensemos y preguntémonos sobre los proyectos futuros en la Faja Petrolífera
del Orinoco―, sino también a los propios estímulos parasitarios que crea esta
estructura económica en los espacios comunales existentes, atentando contra la
permanencia o la construcción de nuevos estilos de vida en el territorio.
El carácter centralizado y exógeno del Petro-Estado también
nos lleva a preguntarnos, ¿quiénes son los que “siembran el petróleo”? Sobre
esto es fundamental resaltar dos aspectos: uno, es que la “siembra petrolera”,
inscrita en el patrón geopolítico y monocultural del «desarrollo», es
administrada de arriba hacia abajo por la propia estructura de poder
dependiente y transnacionalizada que compone al Petro-Estado, lo cual refleja
una tensión histórica entre esta estructura, y toda la diversidad biocultural
de los territorios que han sido sometidos por ella ―desde el Lago de Maracaibo
y sus zonas aledañas a partir de la década de los 20 del siglo XX, hasta los
proyectos futuros que afectarán la cuenca del Orinoco.
El otro aspecto a resaltar se trata de que, esta “siembra
petrolera”, como «desarrollo» ascendente y necesariamente en constante
expansión, requiere de crecientes inversiones con las que sólo cuentan los
grandes capitales transnacionalizados. Estos grandes capitales dirigen u
orientan esta “siembra” a la satisfacción de sus intereses para el mercado
mundial capitalista o para el suministro de materias primas, lo cual es
sumamente problemático y contradictorio con los intereses territoriales de los
pueblos y comunidades que componen la nación.
Por último, la crisis civilizatoria global, con altos niveles
de vulnerabilidad sistémica, nos exige el fortalecimiento territorial y la
disminución de los encadenamientos globales con el volátil mercado capitalista.
La expansión de nuestro «desarrollo» sobre un modelo energético
insostenible, y con crecientes niveles de dependencia ante un vacilante mercado
petrolero ―recordemos el brusco cambio de los precios internacionales del
petróleo de 147$ en junio de 2008 a menos de 40$ en 2009― supone riesgos incalculables
para la soberanía popular-territorial y nacional, resaltando los vinculados a
nuestra vulnerabilidad alimentaria.
c) Venezuela como una “Potencia Energética Mundial”
La Comuna y el extractivismo son dos proyecto políticos
opuestos y divergentes. Si los males propios de un modelo extractivista y
rentista como el venezolano, son bastante notorios con los niveles de
“producción” que tenemos en la actualidad (alrededor de 3 millones de barriles
diarios), cabe preguntarse ¿cuál es el futuro de Venezuela como “Potencia
Energética Mundial” sobre la base de duplicar su “producción” petrolera, hasta
llevarla a 6 millones de barriles para 2019-2021? ¿A quién interesan esos 3
millones adicionales de extracción, a los habitantes de Venezuela o al mercado
mundial capitalista? Y en todo caso, ¿no bastaría con todo ese inmenso caudal
de nueva renta petrolera? ¿Para qué entonces deberíamos abrirnos a proyectos de
minería a mayor escala en varias partes del territorio nacional, tal y como lo
contempla el Plan de la Patria 2013-2019?
¿Qué tiene que ver este frenético futuro «desarrollo»
petrolero y de minería con el impulso a formas de autogobierno comunal y de
producciones autosostenibles y ecológicas a partir de las dinámicas
bioculturales de los pobladores y pobladoras, y sus territorios? Este futuro
ensanchamiento del Petro-Estado tiene sus consecuencias en la cartografía de
poder en la Revolución Bolivariana, tanto en detrimento de las iniciativas
comunales territoriales, como en el propio funcionamiento de nuestro modelo
económico. Los “booms” rentísticos, como en el que nos encontramos parados a
partir del auge de la demanda China de “commodities”, son más peligrosos en el
sentido en que nos crean una ilusión de riqueza y expansión de la modernidad
que tiende a abrir fases de progresivo endeudamiento externo. ¿Hay algún
paralelismo entre la situación de la “Venezuela Saudita” en los años 70 y la
coyuntura actual? ¿Cómo se verían afectadas las soberanías
populares-territoriales de las expresiones comunales en el país ante una crisis
de mayor escala?
d) División Social del Trabajo y División Internacional del
Trabajo: ¿globalización o desglobalización?
Ciertamente, una de las principales reivindicaciones del
proyecto de La Comuna es disolver la División Social del Trabajo, creando una
“República” sin jerarquías y de ordenamientos horizontales. No obstante, la
economía-mundo capitalista está constituida por encadenamientos geográficos a
escala planetaria que estructuraron un sistema de dominación polarizado y
profundamente asimétrico: la División Internacional del Trabajo. Esta
estructuración sistémica se ha configurado desde el siglo XVI, lo que indica que
la economía capitalista/colonial, como sistema integrado, antecede a cualquier
cosa que posteriormente llamáramos “economía nacional”, y por ende a cualquier
Estado-nación soberano que se haya declarado “independiente” ―como en las
revoluciones de principios del siglo XIX en América Latina. Los países de las
periferias del sistema capitalista, como Venezuela, son entonces
paradójicamente Estados “independientes” dependientes. La División
Internacional del Trabajo atraviesa y constituye al Petro-Estado venezolano,
quien a su vez gobierna, administra y regula el territorio nacional y sus
pobladores y pobladoras.
El proyecto político de La Comuna, como proyecto
anticapitalista, antirracista, ecologista y antipatriarcal no puede sólo
centrarse en disolver la División Social del Trabajo, sino que necesariamente
debe apuntar a la desarticulación territorial con la División Internacional del
Trabajo. El Petro-Estado venezolano no sólo organiza y administra los procesos
internos capitalistas para la expropiación del plusvalor producido por los
trabajadores, sino que principalmente, en su función estructural subordinada,
canaliza y facilita la apropiación del excedente por parte de las áreas
centrales de la economía-mundo, en este caso, basado en la “Naturaleza” que exportamos,
la cual nos reporta de vuelta una renta. Un sistema interno de ordenamientos
horizontales, pero inscrito en la División Internacional de Trabajo, mantendría
la jerarquía subordinada que hace funcionar al capitalismo mundial, y por tanto
alimentaría la estructura de poder global que bloquea todo intento de disolver
la División Social del Trabajo y el nexo con el sistema capitalista.
Vale entonces preguntarse, ¿qué produciría La Comuna? ¿Para
qué y para quienes produciría? ¿Cuál es la razón de ser de una Comuna que
mantiene una especialización funcional a la División Internacional del Trabajo
y su realización como valor para el mercado capitalista? La economía-mundo
capitalista funciona en la articulación de varias formas económicas ―algunas no
capitalistas― que, usando al Estado dependiente como bisagra o interfaz, giran
en torno a la hegemonía de los núcleos centrales del capital. De esta forma, en
términos del sistema-mundo, el Petro-Estado no puede NO ser capitalista,
y mucho menos ser “socialista” ―a menos que entendamos el socialismo como
Capitalismo de Estado―, y en la medida en que nos insertemos más en la
globalización más difícil será avanzar al proyecto de La Comuna.
Esto a su vez, nos lleva a plantear dos elementos:
i) la unidad de análisis no puede seguir siendo única o
principalmente “La República”, o el Estado-nación “Venezuela”. Es necesario
pensar todos estos procesos geográficos en otras territorialidades, entendiendo
que lo único que se “desarrolla” es la economía-mundo capitalista, la cual es
de naturaleza polarizante[3]. Es necesario
pensar también a escalas regionales territoriales y a escalas comunales, construyendo
unidades con mayores rangos de autonomía y sostenibilidad. Si se produjera el
progresivo empoderamiento de Las Comunas, ¿cuál sería el papel del Estado en el
futuro? ¿Para qué serviría exactamente?¿Qué sería en realidad un “Estado
Comunal”?
ii) El proyecto político de La Comuna debe apuntar
necesariamente hacia la desglobalización. La globalización es un producto de la
expansión histórica del capital a escala planetaria, proceso desarrollado desde
el siglo XVI y que toma su forma contemporánea a partir del modelo de la
segunda posguerra (1945+) y con la posterior crisis sistémica que se da desde
los años 70. No podemos sólo fascinarnos y desear la “modernidad” con sus
sistemas de comunicaciones y sus tecnologías de punta, sin comprender el modelo
que los ha hecho y los hace posible, sin asumir las consecuencias que estos
estilo de vida que hemos tenido y que aún mantenemos, son los que sostienen
esta estructura mundializada del capital ―bajo modos de vida sostenibles y
territorializados no hubiese sido posible la globalización.
La desglobalización se orienta al desencadenamiento de la
dependencia y sumisión al capital global. El proyecto de Las Comunas asienta
las bases para ello. Los proyecto de integración regional no son buenos per se.
Un tratado de comercio de los pueblos como el ALBA, pensado desde la teoría de
la “desconexión”, no es exactamente lo mismo a una integración mercantilista,
corporativista y extractivista desde el MERCOSUR, bajo la hegemonía de la
potencia emergente Brasil.
e) La Oposición capital-trabajo. ¿Y la Naturaleza?
El proyecto político de La Comuna representa la base material
para avanzar hacia ese quinto objetivo histórico propuesto en el Plan de la
Patria 2013-2019 que habla de Contribuir con la preservación de la vida
en el planeta y la salvación de la especie humana. No obstante, para que
esto sea materializable es fundamental tratar de pensar La Comuna más allá del
patrón del «desarrollo». Los teóricos del Socialismo del Siglo XXI
más reconocidos, como Atilio Borón, Heinz Dieterich, Juan Carlos Monedero o
István Mészáros, generalmente otorgan centralidad a la relación de
dominación capital-trabajo, dejando a la Naturaleza por fuera de la
construcción y reproducción social del valor[4]
La valorización social que se ha hegemonizado en nuestros
imaginarios modernos, proveniente de una matriz profundamente antropocéntrica y
economicista, invisibiliza el propio valor contenido en la naturaleza, el valor
de la vida, de la cual el sujeto es sólo una parte de la misma, lo cual se
refleja finalmente en una contabilidad distorsionada en la cual la destrucción
de la naturaleza no es tomada en cuenta como pérdida ―o como pobreza. El
proyecto político de La Comuna requiere repensar la propia construcción social
del valor, en vías a una representación biocéntrica del mismo. Esto implica una
conexión con el espacio que permite considerar a los bienes comunes como
“activos sociales”, activos de vida, y los daños ambientales ya no sólo como
“daños colaterales” de la modernidad, haciendo más visibles los límites del
planeta con relación a la matriz economicista y productivista del «desarrollo»,
poniendo en crisis la noción tradicional de pobreza, el imaginario de
“riqueza”, y dándole mucha más notoriedad al problema de la sostenibilidad.
f) Comuna, Petro-Estado, subjetividad y urbes
En el esquema de poder actual en la Revolución Bolivariana,
bajo el modelo rentista dependiente y con proyecciones a intensificar dicho
modelo, existen dos factores de suma importancia:
i) Por un lado, La Comuna se ofrece como posibilidad
revolucionaria hacia un modelo post-rentista y post-capitalista. Y no sólo como
proyecto a futuro, sino que existen los denominados “epicentros comunales” que
actualmente representan las semillas, las organizaciones pioneras que sirven de
referencia sobre el camino a seguir a mayores escalas, hasta tener alcance
regional.
ii) Por otro lado, si analizáramos las diversas variables que
inciden en el tipo de sociedad que tenemos, veríamos que hay de hecho una sobredeterminación del
modelo rentista sobre el resto de los factores nacionales. Es como una especie
de “supervariable”, que marca determinantemente la forma en la cual nuestra
sociedad se reproduce.
El modelo rentista petrolero es un modelo que desestimula
poderosamente las expresiones de autonomía y autogestión comunitarias
territoriales. Su carácter exógeno, pecuniario y desigual, afecta severamente
los principios de funcionamiento de instituciones fuertes y duraderas para el
autogobierno de los bienes comunes, principios descritos por la premio Nobel y
la gran teórica de los “bienes comunes”, Elinor Ostrom. Según Ostrom, para que
una experiencia de este tipo sea exitosa y perdurable, debe basarse en la
existencia de una cohesión colectiva, definición de parámetros compartidos y un
clima constante de respeto comunitario; que los beneficios obtenidos de la
gestión sean proporcionales; que las reglas se establezcan en referencia a las
condiciones locales; que exista una participación colectiva en la elaboración y
revisión de las normas, una contraloría y la posibilidad de resolver
conflictos; que se generen sanciones y justicia ante las fallas; que las
autoridades estatales acepten al menos mínimamente esta organización popular; y
por último, si esta organización funcionara a escalas más grandes, deben estar
encadenadas las varias capas que la componen para su buen funcionamiento[5]. A esto es importante
sumarle, siguiendo al dirigente indígena ecuatoriano de origen kichwa, Luis
Macas, que en el espacio comunitario debe existir un sistema de propiedad
colectiva y una relación y convivencia con la naturaleza[6].
El tipo de relación de poder que se estructura en torno al
Petro-Estado, además de desestimular gran parte de estos factores mínimos para
una gestión comunitaria de autogobierno, incentiva la falta de participación
política, el clientelismo y la cooptación. Esto implica que, si La Comuna busca
la construcción de una nueva subjetividad comunalizada, con valores y
cosmovisiones diferentes a las dominantes, sus procesos formativos como
mecanismo para “crear conciencia”, se enfrentarían al desproporcionado
engrandecimiento del Petro-Estado en su objetivo de convertirse en una
“Potencia Energética Mundial”, planteando severos problemas y desafíos
culturales a este objetivo de construir un nuevo modelo de sociedad.
Nuevamente, se hace evidente la divergencia de caminos entre el proyecto de La
Comuna y el extractivismo, con respecto a un verdadero cambio cultural,
ontológico e identitario en Venezuela. ¿En qué ámbitos y momentos podría y
debería La Comuna disputar culturalmente este cambio discursivo con el
Petro-Estado?
Por otro lado, si desde La Comuna se plantea impactar en las
condiciones objetivas para de esta forma transformar la conciencia, es
fundamental tomar en cuenta esta fórmula también de manera inversa, sobre todo
porque en Venezuela alrededor del 90% de la población vive en ciudades. Las
urbes, como espacios de enclave del capitalismo globalizado de consumo, y
núcleos geográficos parasitarios respecto a las zonas rurales, son las áreas más
conectadas al sistema y por tanto más penetradas por el imperialismo cultural.
El proyecto de La Comuna necesita orientar procesos de transformación del
espacio urbano que hagan de los mismos, lugares autosustentables, en la máxima
medida de los posible. Hay que ruralizar la economía y campesinizar el planeta,
en palabras del experto en temas de alimentación y desarrollo, Gustavo Duch[7]. Pero esta
difícil tarea supone que no se trata sólo de un reordenamiento territorial,
sino una reformulación de las lógicas y estilos de vida en las ciudades, una
modificación radical de los modos de nuestras relaciones sociales y con la
Naturaleza, lo cual necesita el impulso de una verdadera revolución
cultural en el país, sobre una enorme población urbana que ideológicamente
ha sido profundamente modernizada.
Nos preguntamos, ¿el modelo rentista petrolero permite una
revolución cultural de este tipo? ¿Esta revolución implicaría una necesaria
disputa cultural con el Petro-Estado? La asunción del Poder Popular, de una
soberanía territorial autogobernante para el impulso del proyecto de Las
Comunas, parece ser viable bajo la potencia de lo que Enrique Dussel ha
denominado el “poder obediencial”[8], del mandar
obedeciendo de los zapatistas, que aparece reflejado en el Plan de la
Patria 2013-2019[9]. Se trata de
intentar poner a las lapas del Petro-Estado, a abrir verdaderamente el camino
para que los cachicamos se organicen en comunas.
* Emiliano Teran Mantovani
es sociólogo de la Universidad Central de Venezuela, investigador del Centro de
Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos CELARG, y hace parte del equipo
promotor del Foro Social Mundial Temático Venezuela
Fuentes consultadas
- BANCO Central de Venezuela. Informe
Económico 2010. Versión 25/07/2011. Disponible en:http://200.74.197.135/upload/publicaciones/infoeco2010.pdf.
[Consultado: 2/09/2012].
- CORENA Parra, Jaime. Las
comunas, una concretización histórica de la emancipación socialista.
Apuntes socialistas Nº110. Noviembre de 2012. Red Nacional de Comuneros y Comuneras.
Disponible en: http://rednacionaldecomuneros.blogspot.com/2012/11/apuntes-socialistas-n-110_3709.html.
Consultado: [28/11/2012].
- DUSSEL, Enrique. 20 tesis de política. Fundación
Editorial el perro y la rana. Caracas, 2008.
- FERRO, Lorena. Gustavo
Duch: "Hay que 'ruralizar' la economía y 'campesinizar' el planeta".
La Vanguardia. 21/10/2011. En: http://www.lavanguardia.com/vida/20111021/54232666817/gustavo-duch-hay-que-ruralizar-la-economia-y-campesinizar-el-planeta.html. [Consultado:
5/11/2011].
- MÉSZÁROS, István. El
siglo XXI. ¿Socialismo o barbarie? Monte Ávila Editores
Latinoamericana C.A. Caracas, 2007.
- OSTROM, Elinor. Reformulando
los bienes comunes. Originalmente publicado como “Reformulating the
commons”, en J. Burger, E. Ostrom, R. Norgaard , D. Policansky y B. Goldstein
(eds.), Protecting the commons: a framework for resource management in the
Americas, Washington, D. C., Island Press, 2001, pp. 17-41. Traducido por Danny Pinedo. En: http://ibcperu.org/doc/isis/2807.pdf.
Consultado: [15/03/2012].
- PROPUESTA del Candidato de la Patria Comandante Hugo Chávez Para la
gestión Bolivariana socialista 2013-2019. 11 de junio de 2012.
En: http://www.chavez.org.ve/Programa-Patria-2013-2019.pdf. [Consultado:
13/06/2012].
- SIMBAÑA, Floresmilo «El
sumak kawsay como proyecto político», en: ABYA Yala Universidad Politécnica
Salesiana. Fundación Rosa Luxemburg (coordinadores). Más allá del
desarrollo. Fundación Rosa Luxemburg/Abya Yala. Caracas, 2011.
- WALLERSTEIN, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos
antisistémicos. Akal Ediciones. Madrid, 2004.
[1] La redacción de este artículo está motivada a
partir de las importantes discusiones que se dieron en el Primer Congreso
Nacional Comunero en la Sierra de San Luis, estado Falcón, del 29 de noviembre
al 2 de diciembre, como un aporte para la ampliación de las mismas. Agradecemos
enormemente por las entrevistas concedidas a Oscar Guédez, de la Comuna
Francisco Tamayo; Nelson Ures, de El Tocuyo – Morán; y Omar Rodríguez, de la
Comuna Alí Primera, Mamporal – Barlovento, que nos sirvieron de elementos para
algunas reflexiones importantes. Hemos utilizado también como referencia el
texto de Jaime Corena Parra, de noviembre de 2012, “Apuntes socialistas Nº110.
Las comunas, una concretización histórica de la emancipación socialista”, el cual
fue uno de los insumos para la discusión en dicho encuentro. Disponible en: http://rednacionaldecomuneros.blogspot.com/2012/11/apuntes-socialistas-n-110_3709.html
[2] BANCO Central de Venezuela. Informe
Económico 2010. p.159. Para 1999, las exportaciones petroleras
representaban el 79,5% del total de las mismas, según Informe BCV de ese año,
p.17.
[3] Cfr. WALLERSTEIN,
Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos.
[4] Véase por ejemplo: MÉSZÁROS, István. El siglo XXI. ¿Socialismo o barbarie?.
[4] Véase por ejemplo: MÉSZÁROS, István. El siglo XXI. ¿Socialismo o barbarie?.
[5] Cfr. OSTROM, Elinor. Reformulando los
bienes comunes Para ver en detalle estos principios enumerados, ver
pp.58-60
[6] En: Floresmilo Simbaña, «El sumak kawsay como
proyecto político», en: ABYA Yala Universidad Politécnica Salesiana.
Fundación Rosa Luxemburg (coordinadores). Más allá del desarrollo.
p.225
[7] Cfr. FERRO, Lorena. Gustavo Duch:
"Hay que 'ruralizar' la economía y 'campesinizar' el planeta".
[9] Cfr. PROPUESTA del Candidato de la
Patria Comandante Hugo Chávez Para la gestión Bolivariana
socialista 2013-2019. 11 de junio de 2012. p.25. Punto 2.5.2
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