"El
proyecto siempre se ha centrado en el papel del Estado en el petróleo y no en
la cultura petrolera"
El lanzamiento en la 10º edición de
la FILVEN-2014 del libro « Una herencia que perdura. Petróleo, sociedad y cultura en
Venezuela » del investigador y profesor de Historia Latinoamericana en
Pomona College (California) Miguel Tinker Salas, ha servido de oportunidad para
plantear un interesante diálogo con él sobre algunos temas que giran alrededor
de la relación entre cultura y petróleo. Tinker Salas, un hombre nacido y
criado en un campo petrolero en Venezuela, trabaja en este texto la forma
histórica cómo la industria petrolera ha impregnado la consciencia y los
imaginarios de varias generaciones de venezolanos, y las trascendentales
implicaciones político-culturales de este proceso. Pensando estos temas desde
el contexto actual de la Revolución Bolivariana, iniciamos una discusión que, a
nuestro juicio, plantea elementos fundamentales para pensar nuestro presente y
futuro como nación.
ETM: Cuando uno evalúa la coyuntura
actual que vive Venezuela y la Revolución Bolivariana, no deja de preguntarse y
de tratar de entender qué vínculos tiene esta coyuntura con una discusión de
carácter histórico-estructural, muy importante y casi vital, como es la de la
relación entre cultura y petróleo. ¿Cuál es tu visión al respecto?
MTS: Todavía hay “una herencia que
perdura”, y es evidente en lo que estamos viviendo ahora. Creo que todavía
existe mucho de lo que fue en un momento dado, la perspectiva de una empresa
extranjera que posteriormente fue absorbida por la nueva industria petrolera
venezolana “nacionalizada”; o sea, que la nacionalización no implicó un cambio
en la cultura empresarial, más bien implicó una continuidad y también en cierta
forma libró a los ejecutivos de la empresa a no pensar como una industria
nacional, porque ya no tenían el criterio de ser extranjeros. Por el hecho de
ser venezolanos, ya en cierta forma podían librarse de la preocupación sobre el
nacionalismo, sobre el Estado, e incluso podían empezar a visualizarse o
plantearse el reto de ser una industria petrolera internacional ligada o
compitiendo con las grandes transnacionales, llegando a ser quizás una de las
«Siete Hermanas» como meta o como proyecto.
Yo creo que hay varios factores a
considerar, como el hecho de que algunos de los sectores de la oposición habían
sido los anteriores empresarios de la compañía petrolera nacional. Con la
renacionalización a partir del proyecto de Hugo Chávez Frías, pierden el
control de la empresa, porque la empresa en sí era su guardián ante el Estado,
era su forma de presionar al Estado. La empresa era un Estado dentro de un
Estado, con sus propias normas, con sus propios criterios, su propio sentir de
cultura, con los valores como la meritocracia, la clase técnica, la clase
dirigente, con sus conceptos de valorizar lo extranjero y la relación con EEUU.
Entonces pierden el aparato, y en cierta forma pierden la forma de ejercer
presión o control, o extraer concesiones del Estado, lo cual los obliga a hacer
eso ahora políticamente en un campo en que ahora también las condiciones de
encuentro han cambiado, donde el discurso del gobierno toma el tema del
petróleo en una forma que no había tomado anteriormente.
ETM: Hay un largo proceso en el cual
se va gestando una especie de mezcla si se quiere “extraña”, una hibridación
entre un nacionalismo petrolero que busca sus rasgos “endógenos” y un formato
empresarial con un alto contenido extranjero, la cual se va haciendo cada vez
más compleja. A tu juicio, ¿cómo se desarrolla esta particular hibridación?
MTS: Es muy interesante porque si ves
en la etapa anterior a la nacionalización, por ser estadounidense, por ser
extranjero, hay una preocupación de cómo bregar, cómo ligar con el tema
nacional, con la presencia de una industria extranjera en Venezuela y como
desarrollar prácticas que ligaran a la empresa extranjera con los llamados
intereses nacionales. Como señalo en el libro, lo curioso del proceso que
ocurre con las empresas estadounidenses y europeas, es que ellas se dan cuenta
que no pueden contar con el Estado después de la muerte de Gómez. Gómez
brindaba un apoyo completo. Aunque Gómez también manipuló un poco a las
contradicciones. Por ejemplo, cuando estalla el Barroso II, Gómez juega a la
contradicción y asegura a los campesinos de la zona, que van a recibir
compensación por los daños ocasionados por el derrame del petróleo. O cuando se
encuentra con el caso del primer incendio de Lagunillas de Agua, el utiliza la
exigencia por parte de las personas en Lagunillas para extraer concesiones de
la empresa petrolera. Las empresas se dan cuenta que con la muerte de Gómez,
pierden ese escudo de protección, y no pueden contar simplemente con López
Contreras y Medina, porque también saben que están sujetos a diversas
presiones. Aunque inicialmente López Contreras le dio garantías.
Creo que en ese sentido van
elaborando un proyecto para asociarse con la nación, para asociarse con lo que
ellos consideran los valores nacionales. Y en eso tienen apoyo. Vemos cómo la
empresa busca aliarse con sectores nacionales, tanto intelectuales como en el
emergente sector político para los cuales la empresa representa la
modernización. Es interesante la forma en que vinculan la empresa con
modernización, con democracia, con la nueva posición de Venezuela en la región
y a nivel internacional. Yo no creo que se le atribuye a ningún otro producto
de exportación esa clase de atributos. O sea, no vemos a nadie en Honduras
diciendo que la exportación de cambur va a cambiar completamente la sociedad
hondureña, que va a traer democracia, que va a traer nuevos lazos con Estados
Unidos, y relaciones de respeto. Pero con el petróleo si, ¿verdad? No vemos con
el cobre, que en Chile dicen que “el cobre va a traer democracia”, más bien no.
Pero con el petróleo sí. Le damos atributos al petróleo que es inconsiderable
de cualquier otro producto de exportación. Le damos atributos de democracia, de
modernización, de un impulso a una clase media, de progreso y civilización, que
no se le da a ningún producto de exportación. Por eso es que está la coyuntura:
el momento dado de una emergente y ambiciosa clase media, que se ve claramente
en la generación del 28, que vuelve a expresarse de nuevo en las protestas
contra López Contreras. ¡Que sí es una exigencia por democracia! Sin duda, de
clase obrera y clase media también. Pero que también en un momento dado, quizás
reconociendo su propia debilidad o también reconociendo la oportunidad que
ofrecía la coyuntura, se liga a un proyecto nacional que también le permite a
la empresa crear las condiciones para promover una cultura que lo favorezca, y
asociarse con esos valores: modernidad, civilización, desarrollo, democracia.
Aunque es importante aclarar, a la industria no le importa si es democracia o
dictadura. Eso queda claro. Pero sí, vemos esa asociación, vemos esos atributos
con el petróleo, y vemos la forma en que la empresa (Standard Oil) en su mesa
directiva llegan a la conclusión que tienen que cambiar la relación de la
industria con la sociedad y el estado, que hay que asociarse, hay que valorar conceptos
nacionales, hay que ligarse a ellos, y hay que impulsarse como promotor de ese
proceso. Y en eso la alianza incluye a una clase media ambiciosa que la empresa
petrolera identifica como la aliada natural, porque además ese discurso cabe
dentro de sus perspectivas y ambiciones. Y también la clase obrera empleada por
la industria petrolera, que va a ser la mejor remunerada, y la que va a recibir
los mejores beneficios. Y también un sector intelectual como mencionaba en
discusiones anteriores, que en ese momento incluía desde Julián Padrón, Mariano
Picón Salas, a Arturo Uslar Pietri, personas de izquierda como Miguel Acosta
Saignes, etc. Intelectuales que influyen en un discurso nacional, Ramón Díaz
Sánchez. Es muy interesante que la crítica de Ramón Díaz Sánchez, en los años
50, es absorbida por la propia Creole, que le publica su libro en forma seria
en “El Farol” [1] .
O sea que la industria se siente tan segura de su nueva postura y su nueva
posición, que puede criticarse a ella misma en el contexto de lo que fue el
pasado, y usando ese pasado para demostrar que ahora no somos así.
Cuando se establece la empresa nacional
algunos opinan que se pierden las preocupaciones sobre el nacionalismo y sobre
el Estado, y en cierta forma les permite desasociarse de lo que es la realidad
nacional, o de una agenda nacional. Pero en su trasfondo, eso implica también
una continuidad con el sentido de una industria que estaba ligada a mercados
internacionales, que tenía como proyecto ser la fuente de la modernización.
Primero la fuente económica de recursos del país. Después el modelo hacia el
país, de lo que ellos podrían llamar la modernidad, el ejemplo de lo que podría
ser la tecnocracia, la tecnología, y una clase tecnócrata, y además también la
supuesta “meritocracia”. Entonces creo que esos valores ellos se los
autodefinen, y los utilizan, y los manejan con un lenguaje que les permite
tratar de crearse como una entidad distinta, pero sin pensar a largo plazo como
estaban en cierta forma repitiendo los errores de las empresa estadounidense en
su primera etapa, que contaba con el apoyo del estado, contaban con Gómez y con
una jerarquía política, y el hecho que debían haberse preocupado por esa
relación. Creo que es interesante la forma en que ese proceso se vuelve a
repetir.
ETM: Hay un carácter de rescate del
nacionalismo petrolero en el Gobierno Bolivariano con respecto a su pasado
próximo de “Apertura petrolera” en la década de los 90. ¿Cómo se expresan estos
elementos en el debate social y cultural, en los vínculos que tiene el pueblo
con el tema petrolero?
MTS: Es importante señalar que en el
76 cuando se nacionaliza el petróleo, no hubo una profunda discusión a nivel
nacional sobre lo que implicaba la nacionalización. Lo que me llama la atención
a mi es la forma en que el petróleo en cierta forma después del 2000, se va
democratizando. Ya no son los expertos que pueden opinar sobre el petróleo. Ya
la población en general comienza a discutir, a debatir, y plantearse el
petróleo, aunque no se profundice en todos los términos y en todos los
aspectos, y menos en lo social y lo cultural. Al menos hay un debate, una forma
de discutirlo que va democratizándolo, que va sacándolo de la órbita del sector
tecnócrata, que anteriormente lo había manejado, e incluso se van discutiendo y
desmontando esos valores que antes se exaltaban como la meritocracia, la clase
técnica, la clase dirigente, la relación con EEUU, porque hay que recordar que
el petróleo naturaliza las relaciones con los EEUU, el petróleo inserta a
Venezuela dentro de la órbita política, cultural y social de EEUU, el «american
way of life». Eso ahora, en cierta forma, está convulsionado, no hay un
proyecto completamente nuevo, hay uno que todavía comparte algo de lo viejo,
pero que crea un desequilibrio para esos sectores, y creo que eso también
polariza a esos sectores, que ahora ven la defensa de sus privilegios, de sus
posturas y posiciones, como algo que van a ejercer políticamente aun cuando se
encuentran en un ámbito político muy distinto.
ETM: Cuando se piensa en los
imaginarios sociales, en las capas de la cultura social y popular, ¿cómo
piensas que esto que cuarenta años atrás llamó Rodolfo Quintero la «cultural
del petróleo», aún opera sobre los imaginarios sociales, sobre la formas de
construcción de subjetividad, en la forma de pensarnos los venezolanos, de
proyectarnos en el tiempo presente y futuro, y también en un proyecto de país?
MTS: El proyecto llego a incluir
mucho más de lo que Rodolfo Quintero se imaginaba. Aprecio mucho el trabajo de
Quintero, pero el planteaba lo de la cultura de una manera muy mecánica. Que el
petróleo crea el nuevo hombre petrolero o la mujer petrolera —no dice mujer,
pero dice hombre—. Me parece que eso es un aspecto muy mecánico, porque el
proceso de cultura en realidad no es siempre tan automático. La cultura es algo
muy fluido, algo siempre en proceso de transformación, algo siempre evolucionando.
Incluso lo que ocurría en el campo petrolero era algo que estaba en proceso de
formación, y que el individuo participa a la vez que también participa la
empresa y estaba evolucionando, y da la apariencia bajo el viejo paradigma que
el individuo de «cultura del petróleo» va a actuar de una forma determinada. No
creo que vaya a actuar de una forma determinada. Hay resistencias, hay
cooperación, hay inclusión y exclusión, el proceso es mucho más complejo. Yo
trato de llegar un poco a esa complejidad para entender que es lo que es la
cultura del petróleo, porque no siempre es un proceso lineal, no siempre va a
ir de punta en punta, hay altibajos, hay procesos, hay negociación.
Pero creo en cierta forma que
Quintero tenía razón: la industria tenía valores que quería impulsar, la
industria quería crear un nuevo hombre y una nueva mujer, y una nueva sociedad.
Se logran imponer algunos preceptos que van desde rehacer el espacio
tradicional urbano, rehacer conceptos de tiempo y de percepción de vida, conceptos
de socialización, dentro de un contexto como es el campo petrolero en el cual
todas las personas son de distintas partes de Venezuela, donde hay ese
encuentro social también, en el cual el hecho de que todas las personas son de
diferentes partes crea cierta condición para poder imponer también una cultura
nueva. Y también por su puesto, se normaliza la presencia de extranjeros en
posiciones de autoridad, e incluso de tecnócratas en posiciones de autoridad,
se identifica ese conocimiento con esa clase tecnócrata, y también con la
relación con Estados Unidos, naturaliza a Venezuela operando en la órbita de
Estados Unidos. No se puede descartar las relaciones de asimetría que existían
en los campos y que los campos son resultados de esas relaciones de poder.
Bueno, yo creo que obviamente hay una
ruptura en la actualidad. Porque entre 2000 y 2002, existe una ruptura sobre lo
que sería ese imaginario, primero por parte de lo que fue la empresa, de lo que
fue el sector empresarial. Su proyecto obviamente era situar a PDVSA como una
de las grandes empresas petroleras extranjeras, operando a nivel internacional.
Quizás residen en Venezuela, pero operaban a nivel internacional –el proyecto
de CITGO, el propio proyecto del Orinoco−, situar entonces a PDVSA como una de
las grandes empresas petroleras internacionales, con el simple hecho de que
operaba en Venezuela. Pero estas políticas lo separan, incluso de la nación, y
plantearse ser una empresa dentro de un Estado, un Estado dentro de un Estado,
se va separando, se va aislando, y va asumiendo un proyecto que en cierta forma
todavía continua para su propia clase interna, y para un sector de la clase
media, esa idea de la meritocracia, esa idea de la clase tecnócrata, esa idea
de la relación con los EEUU, y creo que existe entonces una ruptura, en que ya
hay otra visión a nivel político que todavía no logra reemplazar la anterior, o
sus bases fundamentales, pero que poco a poco va cobrando importancia dado el
hecho que el gobierno utiliza a PDVSA como su principal fuente de recursos para
una serie de programas sociales, de misiones sociales, etc. Comenzamos a ver,
aun con todas sus contradicciones y con todos sus problemas, comenzamos a ver
una ruptura muy clara, muy concreta, donde la empresa no es simplemente el estandarte
de un solo sector, o de un solo grupo político, o de una visión política, o de
un noción de modernización y civilización, pero se va ampliando y se va
extendiendo, y me parece muy interesante la forma que también se va a
democratizar el discurso petrolero y el sentir petrolero aun cuando falta
profundizarse y falta entrar a otros temas. Pero ya deja de ser simplemente el
tema dominado por un solo sector.
ETM: Después de 15 años de proceso de
transformaciones, si se quiere de proceso revolucionario, en
términos culturales, ¿cuáles son las transformaciones podríamos resaltar?
Pensar no sólo en avances y logros, sino también echar una mirada a los
aspectos en los cuales no hemos quedado atascados culturalmente. ¿Qué piensas
al respecto?
MTS: Tengo una cita en mi libro, es
de Arturo Uslar Pietri, en el cual dice que el petróleo se había convertido en
una identificación “irracional de nuestra identidad”, y termino mi libro
diciendo que yo creo que el petróleo dejó de ser esa identidad irracional
venezolana. No quiere decir por supuesto que todavía no existe una herencia
política y social, que aun no se ha logrado desmontar. Creo que todavía existe
esa cultura petrolera porque en realidad no se ha bregado con lo que implica
eso, se bregó con lo político: control de la empresa, control de la industria,
control del poder político, económico, pero nunca se bregó con lo que implicó
esa cultura y su legado, todavía falta profundizar sobre ese tema. Todavía está
vigente, todavía existe entre grandes sectores de la población esa noción, y
todavía el gobierno también en cierta forma lo usa para decir que el petróleo
es ese instrumento que nos va a llevar a ese cambio, en este caso ahora
socialista, pero que antes era capitalista y “modernizador,” ahora sigue siendo
el petróleo todavía ese vínculo, y aún seguimos dependiendo más y más del
petróleo, o sea que todavía esta el reto de impulsar industrias nacionales,
impulsar esta noción de poder ser autoproducentes en varios aspectos, y creo
que todavía estamos viviendo esas contradicciones de la cual hablaba Quintero,
y que yo también humildemente he tratado de expresar.
ETM: Tomando esta última idea que
acabas de plantear, ¿Por qué piensas que no se ha bregado para sortear nuestra
herencia de cultura del petróleo en este proceso revolucionario? Y además, ¿por
qué históricamente en la literatura y la teoría política y social venezolana se
ha escrito tanto del petróleo desde el punto de vista político, desde el punto
de vista social, pero tan poco sobre el tema cultural y antropológico del
petróleo? ¿Por qué crees que hay ese sesgo y se dan esos dos fenómenos?
MTS: El enfoque siempre había sido el
reivindicar el papel de Venezuela y el Estado en el petróleo. O sea, que el
enfoque había sido político siempre, tanto por parte de la izquierda como ahora
por parte de la oposición. O sea, el esfuerzo, el proyecto, la dirección había
sido reclamar, reclamar algo políticamente, sin entender que todo proceso
político viene con su cultura, con su proyecto, con su propia visión. Incluso
cuando hablamos de nacionalizar el petróleo en el 76, hablamos de recobrar el
petróleo para la nación, nunca bregamos con el tema de la cultura empresarial,
cómo se controlaba, cómo se manejaba, quién lo operaba, qué valores todavía
impartía la industria, en todas sus formas, todavía tenemos que bregar con eso,
no se le hadado la atención, porque no se entendía profundamente. Se veía en el
trabajo de Quintero, se pensaban que al Estado recobrar la industria, de alguna
forma mágica esa cultura desaparecería, lo cual es un error. La cultura no
opera de esa forma, por eso decía que hay un aspecto mecánico en entender cómo
trabaja la cultura, cómo funciona la cultura, cómo se penetra y cómo uno
reacciona. No soy un gran admirador de Clifford Geertz, pero Geertz discute la
importancia de la cultural como un programa social que opera dentro de la
órbita social de la cual poco cuestionamos en el quehacer diario. Y creo que
todavía tenemos ese reto en lo que se refiere a la cultura petrolera, para
poder bregar con ella primero hay que entenderla, y entender cómo informa
nuestros valores, y procesos sociales, y si no la entendemos no podemos bregar
con ella.
ETM: Hablando de imaginarios, hay un
concepto que ha regido en muy buena medida nuestro ideario social sobre el
proyecto nacional, sobre la idea de «progreso» y «desarrollo», un concepto que
toca toda la representación sociopolítica del venezolano, que es esta idea de
“sembrar el petróleo”. ¿Se puede “sembrar el petróleo”?
MTS: Dentro de la realidad económica
si se pueden usar recursos del petróleo puntualmente para impulsar desarrollo
no petrolero. Pero hay que entender cuál fue la meta inicial de “sembrar el
petróleo”: fue el sueño de crear una burguesía venezolana, o sea, no fue un
proyecto socialista, fue un proyecto capitalista. La idea bajo Medina Angarita,
y hay que entender que no viene solamente de Arturo Uslar Pietri, venía de una
generación en la cual se incluía a Alberto Adriani, y otros individuos, cuyo énfasis
venía de una sociedad agrícola que miraba la importancia de crear, al igual que
en el resto de América Latina, de crear una industria de sustitución de
importaciones para poder crear así una burguesía venezolana y darle auge y
espacio para que pudiera producir. Esa era la intención fundamental de “sembrar
el petróleo”. Ahora el gobierno le ha dado otro giro, otro aspecto. En este
contexto creo que se puede hacer, pero puntualmente. Creo que hay que entender
también que vivimos en una economía globalizada y que en el contexto regional,
cuando existe un Mercosur, cuando existe un CELAC, cuando existe un UNASUR,
existen también recursos regionales y que ningún país en sí puede desarrollar
todo, que vamos a tener que depender en cierta forma de ese contexto regional.
La cuestión es cómo regular, cómo manejar y cómo contribuir a que eso no cause
condiciones de asimetría.
ETM: Hay una relación antropológica
que has resaltado en tus trabajos, que expresa la relación entre el
ordenamiento del espacio y el tema de la reproducción de la cultura. Cuando uno
ve los análisis que haces sobre la relación entre campo petrolero y cultura,
entonces surgen preguntas. Estamos reproduciendo en la Faja del Orinoco nuevos
campos petroleros. Tal vez pensados de otra forma, e insertados en otros
tiempos, pero ¿cómo evalúas las implicaciones que tendrían estas nuevas
implantaciones petroleras en el norte del río Orinoco?
MTS: Definitivamente ese es el reto,
cómo se están fundando, qué cultura están reproduciendo, qué valores reproducen,
cual es la jerarquía que reproduce, qué factores de asimetría están
representando, qué relación tienen con la comunidad local. Lo que he visto por
ahora, hay cierta separación, y siempre existe el temor de que esta nueva
experiencia tienda a recrear parte de lo que se criticó tanto en el proceso
anterior. Admito obviamente que no he examinado tan profundamente los nuevos
campos, pero siempre existe ese temor de que en ese proceso donde se crea una
comunidad o una clase obrera apartada, se puede caer en los mismos errores del
pasado.
ETM: Dado que la Revolución
Bolivariana ha entrado en un proceso de disyuntiva, una bifurcación, entre un
camino reivindicador y uno regresivo, ¿cuáles crees tú que son los horizontes
en términos culturales que pudiésemos tener como referencias dados los
antecedentes que hemos examinado? ¿Cómo lo ves tú sobre todo en este momento
tan complicado para el proceso de cambio?
MTS: Es interesante el debate en que
existe entre gobierno y oposición. Fundamentalmente lo que está en juego, son
distintos modelos de nación. No quiero decir con esto que en todo existe esta
contradicción pero en cierta forma un modelo que apuesta a una integración
regional, a un proceso más autóctono, y que impulsa una visión internacional
muy distinta, y otro que por el momento no se define, y no aclara si va a ser
neoliberal, o va a ser rentista, y creo que esa es la disyuntiva. Porque en
realidad no existe una oposición con la cual se pueda debatir, negociar o
discutir, y creo que hace falta en Venezuela una oposición democrática, hace
falta una oposición con la cual se pueda negociar. No creo que vayamos a
resolver temas tan profundos como la economía, o el crimen o los temas sociales
que enfrentamos, simplemente con una sola postura. Creo que es importantísimo
el diálogo, y creo que la falta de diálogo, la falta de espacios para ese
dialogo, y la falta de una oposición que se ponga como reto participar en ese
proceso, sin perder su postura, sin perder su visión daña al país. Pero
interesantemente lo que yo mantengo es que la oposición en Venezuela se está
pareciendo más y más a la situación política que existe en los Estados Unidos:
en cierta forma la oposición enfrenta el reto del Tea Party en
EEUU, porque tiene en su seno una facción para la cual cualquier debate o
discusión implica la traición, y otro que todavía no se define y tiene miedo de
definirse porque si lo hace perdería espacio dentro de lo que es la oposición.
Entonces eso indudablemente causa una situación que es difícil de resolver ante
esa realidad.
ETM: ¿Crees que esos dos grandes
proyectos nacionales producen actualmente identificación en las multiplicidades
de la cultura social y popular, en esas identidades políticas compartidas que
se generan en la población? ¿En general las personas se sienten identificadas
con esos proyectos nacionales en disputa? ¿Puede haber otro proyecto cultural
popular que no sea exactamente el que ofrecen estos dos grandes actores
nacionales?
MTS: Falta mucho más para poder
profundizar sobre esos temas. Sin duda están los parámetros, está el esquema,
está el discurso político, pero yo creo que todavía nos encontramos en una
posición donde los planteamientos no ha penetrado completamente, no se ha
logrado debatir todas sus implicaciones. Creo que falta profundizarlo mucho
más. Rompiendo los dos esquemas gobierno-oposición, el país necesita tener un
espacio para esa discusión y aun no se ha logrado. Insisto, que también esa
discusión es difícil en un país como Venezuela el cual históricamente ha sido
un país fragmentado donde algunos sectores actúan como si el país les
pertenece, y creo que todavía eso es evidente en el discurso político.
ETM: Para cerrar, plantéanos un par
de tesis polémicas de tu libro que puedan aportar al debate para pensar
alternativas a los problemas que tenemos como país rentista.
MTS: Uno de los argumentos más
aceptados en Venezuela es que el petróleo acabó con la agricultura. Yo creo que
no fue así. La agricultura estaba postrada cuando llegó el petróleo. Más bien,
la llegada del petróleo, le ofrece nuevos mercados al sector agrícola. La
agricultura no tenía la capacidad de desarrollo, no había la inversión, estaba
monopolizada por algunas familias, y por lo tanto, traemos esa deuda todavía
para poder alimentar al país. Desde 1935 hemos sido un país importador de
comida, y es algo que todavía hasta el momento no hemos logrado superar.
Otro tema esta ligado al proyecto
nación en Venezuela, impulsado en gran parte por las empresa petroleras, y el
aspecto cultural y social que promovió ese proyecto, sus implicaciones, tema
que no se ha debatido profundamente, y por lo tanto no entendemos sus
repercusiones, su impacto, y el hecho que aun sigue siendo, “una herencia que
perdura”.
* Emiliano Teran Mantovani es
sociólogo de la Universidad Central de Venezuela e investigador del Centro de
Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG).
Notas
[1] “El Farol” era una revista mensual publicada
por la Empresa Creole Petroleum Company desde 1936 hasta 1973 en Venezuela, la
cual nació como un órgano de difusión interna de eventos sociales y movilidad
de los empleados en los campos petroleros, hasta convertirse en un medio de
propagación de alcance nacional de los valores que las compañías petroleras
consideraban importantes para sus objetivos políticos y económicos.
Rebelión ha publicado este artículo
con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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