viernes, 13 de junio de 2014

El petroestado amenaza con devorar al sueño socialista


HACIA OTRA CARTA MAGNA
El brillo del oro negro exacerba las fallas de una economía petrolizada
VÍCTOR SALMERÓN |  DIARIO
domingo 21 de octubre de 2007  12:00 AM
VÍCTOR SALMERÓN

EL UNIVERSAL

Para Hugo Chávez el "imperio" estadounidense y la "mentalidad consumista" representan los dos grandes adversarios en el intento por guiar a las masas al paraíso del socialismo del siglo XXI, no obstante, el petroestado venezolano, alimentado con precios récord, se erige como la gran amenaza.

Los estudios de Terry Lynn Karl (The Paradox of Plenty), Michael Ross (¿Does oil hinder democracy?), Asdrúbal Baptista (El capitalismo rentístico), Jeffrey Sachs y Andrew Warner (National resource abundance and economic growth) constituyen una radiografía del ciclo empobrecedor en que suelen empantanarse los países petroleros y Venezuela no es la excepción.

Cuando el precio del barril registra un salto estelar una enorme cantidad de divisas ingresa a los países petroleros, esto tiende a incrementar el valor de la moneda, las importaciones se abaratan y sectores como la agricultura y la manufactura pierden competitividad.

El resultado es un boom de importaciones y mayor desindustrialización, lo que torna muy complicada la meta de diversificar la economía y disminuir la dependencia del petróleo.

Entre 2004 y 2007 las importaciones venezolanas muestran un incremento de 188%, mientras que la industria y la agricultura han crecido mucho menos que el resto de los sectores.

Otra constante es que el chorro de petrodólares infla las metas y el tamaño del Estado, disparando el gasto público y desencadenando una serie de efectos: la economía crece rápidamente por el aumento del consumo, pero la falta de producción para atender la demanda impulsa la inflación.

El incremento del gasto suele salirse de control y entonces es común la aparición de déficit en el presupuesto y mayor endeudamiento.

Entre 2004 y junio de 2007 las exportaciones petroleras de Venezuela ascienden a 166 mil 618 millones de dólares, ha crecido el número de ministerios, el Gobierno estatizó la Cantv, La Electricidad de Caracas, el Teleférico, catapultó el gasto público y, de acuerdo con el Banco Central, el balance del sector público registró un faltante de 5,8 billones de bolívares en 2006.

Al mismo tiempo, la inflación venezolana, con un ascenso de 15,3% en los últimos doce meses, es la más elevada de Latinoamérica.

La trama política Junto a los problemas económicos, los petroestados tienden a generar una estructura que mina el desarrollo de la democracia. El Gobierno es en buena medida autónomo, no requiere de la sociedad para mantenerse por el enorme ingreso que recibe, lo que da pie a una asimetría de poder que induce al autoritarismo. El Ejecutivo no necesita negociar ni escuchar.

Además, existe lo que se ha llamado el "efecto gasto". El ingreso petrolero puede ser utilizado para incrementar dádivas, transferencias, retrasar la formación de grupos independientes y ahogar por esta vía las presiones democratizadoras.

También debe tomarse en cuenta que los petroestados disponen de recursos para gastar en armamento, seguridad interna y reprimir por esta vía las demandas de derechos políticos.

Al poder que recibe por el monopolio de la renta petrolera, el Gobierno venezolano ha sumado el control de los precios, las tasas de interés, la asignación de divisas y la formación de grupos que dependen exclusivamente del dinero que fluye desde Miraflores.

La telaraña Las posibilidades de instrumentar nuevas políticas en este tipo de países no encuentran un camino despejado. La sociedad tiende a organizarse para captar porciones de la renta petrolera, mediante subsidios, créditos baratos, contratos y el vínculo que tienen con el Estado los lleva a reforzar la "petrolización" como una vía para obtener sus demandas.

La experiencia es clara. Entre 1965 y 1998 el PIB per cápita descendió en los países miembros de la OPEP en un promedio de 1,3%, mientras que en el resto de las naciones en desarrollo aumentó en 2,2%.

El socialismo del siglo XXI tendría que tomar nota.

vsalmeron@eluniversal.com

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