sábado, 28 de marzo de 2015

El Tobogán de los Precios del Petróleo




Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO_ALEM)

En los últimos 8 meses el precio del petróleo registró una de las caídas más importantes de los últimos años, al punto que el crudo marcador Brent llegó a los 45 $/b en enero de 2015 lo que significó su nivel más bajo desde febrero de 2009; esto sin duda encendió las alarmas tanto de inversionistas de mercados a futuros, empresas petroleras de diversos signos como a estados que dependen de la renta para la reproducción de sus sociedades. La pérdida de valor del crudo desde junio del 2014 (inicio del descenso de los precios) hasta enero de 2015 (el punto más bajo por ahora desde entonces) ha sido muy significativa. La cesta OPEP pasó de 110,26 $/b a 41,65 $/b, el WTI bajó de 107,8 $/b a 45,92 $/b, mientras que el Brent sufrió una caída desde los 115,2$/b a los 44,13 $/b, es decir un descenso de 62%, 57% y 61% de sus precios respectivamente, ver gráfico 1. Tratar de entender un poco el porqué de esta importante detrimento, las perspectivas a corto y mediano plazo del mercado petrolero y las implicaciones que tiene dicha caída para Venezuela, dado su carácter de extrema dependencia de los ingresos petroleros, son los objetivos de este artículo.
Gráfico 1. Precios del petróleo 



El desmoronamiento de los precios: ¿un producto de la conspiración?

Para algunos analistas los precios del crudo han venido disminuyendo como consecuencia de una estrategia política norteamericana para generar problemas fiscales a sus gobiernos enemigos, especialmente Rusia, Irán y Venezuela. Incluso algunos como Fernando Travieso (asesor en materia petrolera de la Asamblea Nacional) ha declarado que EEUU ha inundado el mercado para provocar la caída de los precios, que a su vez arrastren hacia abajo los precios de la gasolina en su mercado interno y así generar una mayor aceptación de la población para con su gobierno que gozaría de esta manera de la legitimidad suficiente para todas las incursiones y aventuras militares necesarias en Siria, Irak etc . Es decir la conspiración política sería la causante del derrumbe de los precios. Conspiración que tendría un gran apoyo en la producción de Arabia Saudita, aliado norteamericano en el medio oriente, para enfrentar a un enemigo común: Irán. Esto lo lograría el gobierno de EEUU elevando su producción interna, disminuyendo drásticamente sus importaciones y saturando el mercado en consecuencia. La vía para lograr esto es a través de la explotación de los famosos "esquistos", también denominados petróleos de lutitas o shale oil como se conocen en inglés.

Sin embargo esta supuesta estrategia conjunta pierde de vista la esencia del mercado: la competencia. Tanto así que el boom del shale oil, como también la importancia del mercado asiático, ha desplazado parte del crudo saudí exportado a los EEUU, obligándole a trasladarse a otros mercados . En otras palabras los productores de petróleo de lutitas en los EEUU, los sauditas y demás productores compiten para incrementar o preservar sus mercados, en un escenario petrolero con muchos más competidores que en décadas previas, gracias -entre otras cosas- a que los altos precios de los últimos 10 años han hecho rentable la producción de crudos no convencionales de alto costo como las arenas bituminosas de Canadá, de aguas profundas en Brasil y la costa occidental de África y las mentadas lutitas norteamericanas. También carece de lógica que EEUU inunde el mercado con producción de shale oil para que caigan los precios -con fines políticos recordemos- cuando el costo de producción de estos hidrocarburos está entre los 50$ y 60$ por barril, es decir poner seriamente en riesgo su propia rentabilidad, o en términos criollos: cuchillo para su propia garganta. Lo que sí es perfectamente lógico es que tanto a estos productores como a Venezuela ni a Irán les conviene un precio bajo.

Lo cierto es que la producción de crudo norteamericana que venía en picada desde los 80' encontró su punto mínimo en 2005 cuando comienza un importante repunte de producción gracias al crudo extraído fundamentalmente de las lutitas que ha hecho descender sus importaciones totales a la mitad, pasando de 12 MMBD a mediados de la década pasada a unos 6 MMBD en la actualidad. Esta tendencia que se viene desarrollando en los EEUU -que burló dicho sea de paso todos los pronósticos hechos en décadas previas que auguraban al país del norte sin petróleo para la fecha- no explica puntualmente el descenso vertiginoso de los precios desde mediados de 2014, de ser así ya hace unos años atrás se hubiesen manifestado de alguna manera. ¿Entonces que está detrás del derrumbe de los precios que estamos viviendo? Se debe fundamentalmente a tres factores: la apreciación del dólar norteamericano, la recesión y/o ralentización de la economía y la sobreproducción en el mercado petrolero.

Durante el primer semestre del año pasado el dólar mantuvo una relación de paridad sin mayores cambios con respecto a las principales monedas, sin embargo a partir del segundo semestre este comienza a apreciarse. Entre los meses de junio 2014 y enero 2015 la relación dólar/euro pasó de 0,73 a 0,88 lo que significa una apreciación del 20%, por su parte la relación entre el dólar y la libra esterlina pasó de 0,59 a 0,66 lo que equivale a una apreciación del 11%, por otro lado mientras que un dólar costaba 101,7 yenes a inicios del mencionado periodo costó al final del mismo 117,8 yenes, es decir el dólar se apreció un 16%, ver gráfico 2. Esta pérdida de valor de dichas monedas con respecto al dólar norteamericano se traduce en un barril de petróleo -que se cotiza en esta moneda - más caro para las economías que deben cambiar sus respectivas divisas por el billete verde, debilitando en consecuencia la demanda de crudo, sobre todo si tomamos en cuenta que entre la Zona Euro, Inglaterra y Japón se consumen unos 19 MMBD, es decir una quinta parte del total mundial.
Grafico 2. Apreciación del dólar en relación a otras monedas



El segundo factor es la recesión y/o ralentización de las economías más importantes del globo. La economía japonesa, tercera más grande del mundo, cayó 1,6% en el tercer trimestre del año 2014, entrando en recesión al decrecer por dos trimestres consecutivos, al sufrir una caída también del trimestre anterior en un 1,9% . La zona euro por su parte ha mostrado crecimientos muy tímidos en 2014, con cifras de 0,3%, 0,1% y 0,2% para cada trimestre del año, observando su crecimiento menor entre el segundo y primer trimestre . El monstruo chino a pesar de sus aún enormes tasas de crecimiento ha experimentado también una leve ralentización de su economía al crecer a tasas ligeramente menores que en 2013, siguiendo la tendencia decreciente de los últimos 4 años. Mientras en 2011 China crecía al 10%, en 2012 lo hizo al 8,5%, en 2013 al 8% y al año pasado al 7%. Debemos recordar que el auge de los precios de las materias primas de la última década se debió en buena medida al enorme crecimiento del país asiático, por lo tanto si la locomotora china va disminuyendo su velocidad también lo harán las materias primas. Es decir estamos presenciando una ralentización de la economía mundial, con sus principales economías en recesión, como la japonesa, o con crecimientos cada vez menores como en la zona euro y China.

Estos primeros dos factores evidencian problemas para la acumulación de capital, por el peso que tienen las economías mencionadas. Un elemento que le da fuerza a esta aseveración es el comportamiento del precio -a la baja- de los commodities (materias primas). La variación anualizada de precios en enero de 2015 para diversas materias primas fue la siguiente: carbón -24%, gas natural -39%, soja -23%, arroz 7%, algodón -26%, trigo -10%, cobre -20%, hierro -47%, plata -13% y oro 1%. Esto significa que el tobogán por el que han descendido los precios del crudo también ha servido para el descenso del precio de la mayoría de los commodities; corroborando el carácter de materia prima del petróleo y que las causas fundamentales de su precio se deben a aquellas que también explican el comportamiento más general de los precios de las mercancías. En el grafico 3 podemos observar a el índice de precios de algunas de estas materias primas tomando como base enero de 2014. También se observa referenciado en el eje derecho el índice de precios de commodities que calcula el FMI.
Grafico 3. Índice de precios de materias primas



Aun así con todo lo anterior, no podemos perder de vista las especificidades del mercado petrolero. En este sentido hay que resaltar cierto nivel de sobreproducción, el tercer factor, por la que ha atravesado dicho mercado. Para los dos primeros trimestres del año pasado la producción petrolera, según la OPEP, fue de 91,2 MMBD y 91,3 MMBD mientras que la demanda fue de 90,2 MMBD y 90,1 MMBD respectivamente, es decir una sobreproducción de 1 MMBD y 1,2MMBD para el primero y segundo trimestre, para el año 2014 la sobreoferta total fue de 1 MMBD. La Agencia Internacional de Energía (AIE) por su parte ubica la sobreproducción en un nivel similar al estimar la demanda mundial en 92,4 MMBD y la oferta en 93,3 MMBD.

Perspectivas a corto y mediano plazo

En noviembre del año pasado se efectuó una reunión extraordinaria de la OPEP para tratar el tema de la caída abrupta de los precios. Allí en lugar de lo que muchos analistas esperaban, la decisión de un eventual recorte para "recuperar" los precios no se tomó, derrotando de esta manera los planteamientos de Venezuela, Ecuador e Irán que abogaban para tal fin e imponiéndose la posición de los países del Golfo Pérsico, especialmente Arabia Saudita. Los primeros urgidos un barril de 100 dólares para efectos fiscales y los segundos más ocupados en disputarse cuotas de mercado con los nuevos competidores de alto costo de extracción (lutitas, aguas profundas y arenas bituminosas), llegando los sauditas a vender con descuentos al mercado asiático en momentos de pleno derrumbe del precio. El carácter de "cartel" de la organización petrolera queda en tela de juicio al presentar semejantes contradicciones.

Una de las especificidades de la rama petrolera, en torno a los precios, y que comparte con todas las ramas asociadas a la explotación de recursos naturales -es decir bienes no producidos por el trabajo humano-, es que el productor con costos más altos servirá de referencia para el piso que tendrán los precios en cuestión. En este sentido en un trabajo de Asdrúbal Baptista , nos muestra que los costos de producción en los EEUU han venido subiendo de manera sostenida desde mediados de los años 70, ubicándose en la actualidad por encima de los 50 $/b, señalando en consecuencia que dichos costos representan un piso para los precios del petróleo por debajo del cual no caerán de forma sostenida. De hecho en estos momentos se ha dado un leve repunte de los precios al recuperarse a los niveles de diciembre de 2014, es decir por encima de los 50 dólares. Este leve repunte de los precios pudiera explicarse por una menor actividad de perforación -medida en número de taladros- en los EEUU como consecuencia de la caída de los precios que presiona la rentabilidad de los productores de alto costo. Mientras en el último cuatrimestre de 2014 el número de taladros estuvo alrededor de los 1900, a finales de enero bajo a 1543 y para el 20 de febrero descendió a 1310 taladros .

La recuperación del precio a los niveles previos a la caída, es decir en torno a los 100 dólares, dependerá de cómo se desenvuelvan los factores acá descritos como causas, los cuales tienen que ver fundamentalmente con los vaivenes de la acumulación de capital, con la posibilidad que tenga el capital de sortear o postergar una nueva crisis que ya presenta ciertos síntomas en algunas de sus economías más importantes. Por otro lado si bien el petróleo es una mercancía estratégica por todas las implicaciones que tiene (fuente de energía, materia prima, renta para países menos desarrollados), y por ende la política está presente para hacer lobby y lograr concesiones en reservas importantes o lograr acuerdos comerciales con tratos preferenciales, etc., éste no escapa de la lógica mercantil producto de las relaciones sociales de producción imperantes; por lo tanto su precio no obedece a las estrategias conspirativas de determinado centro de poder que desde las sombras imponen un precio a su antojo, sino que más bien se deduce de la acumulación de capital, la competencia en el mercado y la disputa por la renta.

Implicaciones para Venezuela

El impacto de la caída en los precios es importante para la economía venezolana, siendo el 96% de los ingresos en divisas por concepto de exportaciones petroleras, y donde las importaciones representan el 40% del PIB, es decir, es evidente que una economía rentista será afectada de gran manera ante una caída de los precios como la actual. La cesta venezolana de petróleo cerró la semana del 20 de febrero de este año en 50,56 $/b lo que significa un 43% menos respecto del 2014 y 48% menos que en 2013. La Asamblea Nacional calculó unos meses atrás y ratificó a principios de año el presupuesto de la nación basado en un barril a 60 dólares; por lo que de no haber este año una recuperación significativa de los precios la crisis actual lo que hará es agudizarse.

Por cada dólar que descienda el precio del crudo se dejan de percibir unos 700 millones de dólares, lo que significa que un hipotético precio del barril en 65 dólares para el 2015 implicaría una merma de 20 mil millones de dólares aproximadamente. Cifra que equivale a más del 24% de las importaciones totales en 2012 por 77 mil millones de dólares, 29% de las importaciones totales de 2013 y 93% de las reservas internacionales a la fecha (se redujeron a la mitad en menos de 5 años al tiempo que aumentó la deuda con el barril en 100 dólares) ; y en un contexto de escasez relativa de divisas por la fuga de capitales vía importaciones fraudulentas que ha causado una impresionante escasez de bienes y una inflación de más de 60%, la situación es realmente crítica.

Urge tomar medidas, pero en una sociedad de clases, ninguna medida es neutra, como la devaluación de la moneda o recurrir a más endeudamiento, medidas que sin duda afectarían a la clase obrera, es decir a los que vivimos de un salario. La venta de CITGO -y otras refinerías- es una suerte de as bajo la manga que le proporcionaría al estado entre unos 10 mil a 15 mil millones de dólares para paliar un poco la situación, aunque según las más recientes declaraciones oficiales al respecto estaría descartada o por lo menos postergada. El aumento "necesario" pero complicado de la gasolina -por ello de quien paga los platos rotos- pareciera ya un hecho para este año luego de más de 15 años de congelamiento del subsidio, pero por el contexto altamente inflacionario en el que vivimos dicho aumento no dejaría de ser un problema. El gobierno anunció recientemente un "nuevo" sistema cambiario para "poner en marcha" una economía productiva y abandonar el rentismo, aunque no se diferencia mucho de los anteriores sistemas cambiarios abre la posibilidad de ir liberando el dólar.

La grave situación que atraviesa la economía implica, en el marco del capitalismo, la aplicación de un plan de ajuste estructural que ordene las cuentas macroeconómicas, por ello todos los economistas (keynesianos y liberales) imploran casi al unísono la aplicación de estas medidas y ya hablan de hacer "sacrificios". El gobierno aún no lo aplica de golpe como recomiendan, más bien pareciera que su estrategia es ir aplicándolo parcialmente pero gota a gota, a menos que los precios del barril se tripliquen de su nivel actual.

Las medidas por izquierda como la expropiación y centralización del capital en áreas esenciales como la banca y el comercio exterior bajo control obrero que pudiesen detener la abrumadora sangría de renta que sufrimos y emprender una verdadera industrialización que sea la base de la transformación productiva de la sociedad, no están en los planes de un gobierno que se dice obrero y revolucionario pero que le entrega los dólares a la burguesía y dilapida renta en microcréditos y financiando capitales locales ineficientes. Estas tareas solo pueden ser desarrolladas por un partido obrero con un programa realmente socialista que se erija como alternativa a la ilusión reformista y a los partidos burgueses. El deber de la izquierda revolucionaria es dedicarse a la construcción de dicho programa.





I. Véase http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/fernando-travieso-aseguro-que-descenso-precio-petroleo-es-coyuntural/
II. Las exportaciones saudíes al mercado asiático pasaron de 53% al 65% del total entre 2012 y 2013. Las exportaciones saudíes a los EEUU descendieron un 3% según datos de la EIA.
III. Millones de barriles diarios
IV. Datos de la recesión japonesa disponible en: http://online.wsj.com/articles/japan-falls-into-recession-1416182404
V. Datos de la ralentización en la eurozona disponible en: http://www.tradingeconomics.com/euro-area/gdp-growth
VI. Baptista, Asdrúbal. El precio del petróleo y la importancia de las fuerzas de la oferta. Debates IESA. Volumen XVII, Numero 2, Abril Junio 2012.
VII. Datos obtenidos de a través del portal de Baker Hughes, véase: http://phx.corporate-ir.net/phoenix.zhtml?c=79687&p=irol-reportsother
VIII. Ver el trabajo de John Caicedo sobre la deuda disponible en: http://www.alemcifo.org/ArticulosHTML/articulo_deuda_jhon.html
IX. El subsidio a la gasolina es tan alto que ha generado un gigantesco contrabando de extracción afectando las finanzas de PDVSA. El aumento aunque sea necesario por el desangre de renta que significa, no dejaría de ser una forma en que los trabajadores paguen la crisis actual. Este tema será tratado posteriormente.
X. Ver el trabajo de Juan Villegas sobre las nuevas medidas en materia cambiaria, disponible en: http://www.alemcifo.org/ArticulosHTML/medidascambiarias.html.

martes, 3 de marzo de 2015

The Oil Price Collapse Is Not Just Another Bust Cycle

This time, it could be long-lasting—with dramatic consequences for the climate, the economy and the global balance of power.


Bahrain oil
An oil worker walks by a pump in Sakhir, Bahrain (Hasan Jamali/AP). 
Oil is the most valuable commodity in world trade, so any significant change in its price—whether upward or downward—has far-reaching economic consequences. Because oil also plays a pivotal role in world politics, such shifts can have equally momentous implications for international relations. It is hardly surprising, then, that the recent plunge in prices has generated headlines around the world. Many giant energy firms have announced massive cutbacks in employment and investment, and major producing countries like Russia and Venezuela have been forced to scale back government expenditures. While some analysts speculate that prices have now reached bottom and will soon begin climbing again, there are good reasons to believe that this descent is not just another cyclical event but rather the product of something far more profound and durable.
Before examining these factors, let’s consider the sheer magnitude of the price collapse. Last June, Brent crude was selling at about $115 per barrel, ensuring substantial wealth for the major oil corporations and oil-producing countries. Most analysts assumed, moreover, that prices would remain at this elevated level. As recently as October, for example, the Energy Information Administration of the Energy Department predicted that the average price of crude in 2015 would be $102 per barrel, about the same that it’s been for the past five years. Just three months later, Brent had fallen to as low as $46 per barrel, with some experts predicting a further slide into the $30s.
Why this sudden plunge in oil prices? That old mantra, supply and demand, is mostly to blame. The high prices of recent years have been driven, in large part, by ever-increasing demand from China and other rapidly developing countries of the Global South. Chinese consumption jumped from 7 million barrels per day in 2005 to 11 million in 2014; comparable increases were posted by India, Indonesia, Brazil and Saudi Arabia. Production increased to satisfy all this added demand, but not always fast enough to keep up—thus explaining those high prices. Over the past six months, however, the fundamentals have shifted. The economic doldrums in Europe and tepid growth elsewhere have resulted in less than expected levels of demand, while the flow of crude from America’s shale formations has reached flood proportions, producing a glut of supply and driving prices downward.
Historically, the major oil powers have responded to falling prices by reining in production, thereby constricting supply and reversing the slide—but not this time around. Saudi Arabia, which lost market share to its rivals after pursuing this strategy in previous price declines, has chosen to keep pumping at current rates. At the same time, several producers, including Iraq and Russia, have increased their output. But with the US market inundated with cheap domestic shale oil and demand shrinking elsewhere, the Saudis and their competitors have been forced to lower prices in order to attract customers in non-US markets. Some have speculated that the Saudis also hope that low prices will force the Russians into curtailing their support for the Assad regime in Syria; but retaining market share appears to be their principal objective.
Whatever the combination of factors at work, the plunge in prices is having far-reaching consequences. For countries that depend on oil revenue to finance government operations, the price collapse has already inflicted serious damage. Major producers like Mexico, Nigeria, Russia and Venezuela have announced budget cutbacks, significantly impairing the ability of these governments to implement favored domestic and international programs. Russia, for example, is under pressure to reduce its military expenditures, calling into question its ability to undertake major military operations in Ukraine or other peripheral regions. Mexico has announced a budget reduction of $8.3 billion, eliminating funding for prestige projects favored by President Enrique Peña Nieto, who is already facing strong popular opposition because of rampant corruption and lawlessness at the local level. The Venezuelan government, which has long relied on oil revenue to finance social programs aimed at lifting the status of the poor, is now scaling back its efforts—further eroding public support for the socialist government of Nicolás Maduro.
If prices remain at these depressed levels for any length of time, the consequences could prove even more severe. Although President Vladimir Putin continues to enjoy strong support from the Russian population for what is seen as his aggressive pursuit of Russian national interests in Crimea and Ukraine, this could change as the current economic downturn cuts deeply into people’s standard of living. The Iraqi government, which needs high oil prices to buy new weapons and bolster its army, is having to scale back its planned offensive against ISIS. The Nigerian government is also having trouble paying its soldiers and taking the offensive against rebel forces, in this case Boko Haram. While entrenched corruption (largely the product of misappropriated oil revenue) is a major part of Nigeria’s problem, the fall in prices is making things worse; some analysts now predict that a former military strongman, Muhammadu Buhari, will defeat incumbent Goodluck Jonathan in the forthcoming presidential election. Such upsets are likely in other countries that rely heavily on oil revenue, including Mexico and Venezuela.
The fall in prices has also affected the long-range plans of many major oil companies, especially those planning costly projects in “unconventional” producing areas, such as the Arctic, the deep oceans, Canada’s tar sands and US shale formations. These projects generally turn a profit only when oil sells for $70 to $90 or more per barrel—but prices that high are now considered unattainable for the foreseeable future. In January, for example, Royal Dutch Shell abandoned plans for one of the world’s largest petrochemical plants, the $6.5 billion Al-Karaana facility in Qatar, saying high construction costs and low oil prices had rendered it “commercially unfeasible.” Chevron has indefinitely shelved its plans to drill in the Beaufort Sea and withdrawn from its shale projects in Poland; BP is scaling back its operations in the North Sea, while Occidental Petroleum is curtailing its activities in Canada’s tar sands.
Much speculation has also arisen about the viability of drilling projects in US shale reserves. Most analysts believe that drilling in the most productive formations, notably Eagle Ford in Texas and Bakken in North Dakota, will continue as before, albeit at reduced levels; however, drilling in less productive “plays,” such as the Permian Basin in Texas and the Niobrara formation in Colorado, could slow down appreciably. A lot depends on the ultimate bottom level of oil: most independent drillers, it is said, can survive a price of $60 to $70 per barrel, but a sustained rate of $40 to $50 could kill off many of them. “For rivals on the periphery of Eagle Ford and Bakken, or with acreage in more frontier plays, [2015] will be a test of endurance,” observed John Kemp of Reuters. “Some will almost certainly fail or be taken over.”
Bust cycles like this have occurred before in the oil industry, most notably in the later 1980s and ’90s, when a glut of new production from Mexico, Saudi Arabia, the North Sea, West Africa and elsewhere depressed prices and discouraged investment in frontier regions. But eventually demand, much of it from China, overtook supply, again boosting prices. This, in turn, prompted investment in new technologies that permitted drilling in previously inaccessible or noncommercial areas. With demand continuing to grow, prices rose from as low as $10 per barrel in 1998 to the recent average of $100 (except for a sharp but temporary plunge after the financial crisis of 2008). It is reasonable to assume, therefore, that prices will again recover, as occurred in 2009.
Were prices to recover quickly, we would likely see a return to business as usual, with mammoth corporate investments in shale and other unconventional sources of crude. This, in turn, would result in rising carbon emissions and pervasive environmental destruction of the sort chronicled in Naomi Klein’s new book, This Changes Everything. It would also bolster the coffers of the giant oil companies and their government backers, enabling them to better resist efforts by environmentalists to curb the consumption of fossil fuels. But will this come to pass? Although some increase in prices is inevitable—given that the current cutbacks in investment will produce an eventual contraction in supply—a return to the $100-plus levels of recent years is by no means assured. This is so for several reasons:
First, the Chinese leadership is committed to slowing and eventually reducing the country’s emissions of carbon dioxide and other greenhouse gases. Although Beijing’s drive to reduce CO2 emissions will largely focus on coal, it is also seeking to retard the growth in China’s petroleum consumption. The leadership is also wary of becoming excessively dependent on imported oil, a trend that has led to increased—and often unwelcome—Chinese involvement in the politics of major supplying countries, such as Sudan and Ethiopia.
Second, automobiles in the United States are becoming increasingly fuel-efficient as a result of rules adopted by the Obama administration in 2012. If fully implemented, these rules will require that US-made cars achieve an average fuel consumption rate of 54.5 miles per gallon in 2025—nearly twice the current level. Although lower gas prices are likely to spur increased driving and rising sales of SUVs, the increase in fuel efficiency will result in diminished overall consumption.
Finally, we are likely to witness a worldwide shift from fossil fuels to green energy. As awareness of and concern over climate change grows, governments and individuals around the world will take steps to reduce their consumption of oil. This shift will take different forms—from government-imposed fuel efficiency standards and higher taxes to multiple individual decisions to replace conventional oil-driven cars with hybrids and all-electric vehicles—but will gain momentum as the climate changes. Oil will not disappear in this process, but the giant growth in demand needed to sustain $100-plus prices may never materialize.
Given all this, it seems rather unlikely that global oil demand will expand sufficiently in the months or years ahead to re-establish the high-price regime of recent years. Prices will rise, to be sure, but could stabilize at a level well below that needed to justify costly investments in unconventional sources of crude. We would, in essence, be entering a new epoch in which oil plays an ever-diminishing role in the global energy equation.
Should this prove to be the case, we can expect a welter of accompanying changes. Many oil companies will be forced to downsize, and to abandon plans for drilling in frontier areas. This in turn will bolster the argument posed by those favoring divestment from fossil fuels that these companies are sitting on large reserves of carbon that will never be exploited—“stranded assets,” as they’re called—making these companies a less attractive long-term investment. Reduced drilling in Alberta and the Arctic would also diminish the threat to the climate and the environment. Because natural gas prices are often pegged to the price of petroleum, moreover, lower oil prices will make gas cheaper—further clouding the future role of coal and nuclear power in generating electricity. Lower prices will also make biofuels and some other energy alternatives less competitive, but, by and large, the environment will be better off.
The global political scene will also be altered. In general, power will shift from oil-producing states like Iran, Russia, Saudi Arabia and Venezuela to consuming states like China, Japan and the United States. The producers, with their revenue sharply reduced, will be less capable of pursuing ambitious political endeavors, of whatever sort. The consuming states, on the other hand, will be spending less on imported petroleum and so should see an improvement in their domestic economies. This, in turn, could tempt them to adopt a more assertive stance in foreign affairs, with unforeseen consequences. The United States, for example, could be emboldened to increase its pressure on potential adversaries like Iran and Russia, knowing they are more vulnerable to economic sanctions—but risking a dangerous backlash in the process.
How all this will play out in the months ahead is impossible to foresee. But given oil’s importance to the world economy—and the prospect for a protracted period of low or moderate prices—we could see dramatic and lasting changes in the energy economy, the climate struggle and the global balance of power.

domingo, 1 de marzo de 2015

Venezuela, cine y petróleo: "¿Y dónde hay gasolina?" (2003)


Documental que describe eficientemente el ambiente que recorría a la ciudad de Mérida en el paro y sabotaje petrolero de 2002. El corto es una visión del conflicto en Mérida, sus distintos ángulos y contradicciones. Tiene la cualidad de que es el único registro de lo que fue la vida social durante el paro, su realización está hecha cuando se desarrollan los acontecimientos.

 

Dir: Realización Colectiva – Primeras Voces Cooperativa Audiovisual
Año: 2003
Dur: 15 min.