lunes, 8 de diciembre de 2014

Crisis del mercado petrolero: Choque a la vista


Raúl Zibechi
Alai

El mercado petrolero, otrora regulado por los acuerdos entre Estados Unidos y Arabia Saudita, está cada vez más fragmentado. Un mercado desregulado anticipa un período en el que imperará la ley del más fuerte, hasta que aparezca un orden, quizá pospetrolero, como parte de un nuevo mapa energético global.

El pasado 27 de diciembre los ministros de los doce países que integran la OPEP(Organización de Países Exportadores de Petróleo) decidieron mantener los actuales niveles de producción aunque el precio del barril de crudo viene cayendo en el último semestre, acumulando una caída superior al 30 por ciento. A pesar de la proliferación de crisis con honda capacidad desestabilizadora, en Ucrania y en Medio Oriente, y las sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos a Rusia, el precio del crudo sigue cuesta abajo.

No es la primera vez que esto sucede, ya que el precio del petróleo es eminentemente político. Tampoco afecta sólo a los hidrocarburos: la onza troy de oro cayó de 1.800 a 1.150 dólares, así como los precios de los productos agropecuarios y de los minerales. Sin embargo, en el petróleo se cruzan algunas situaciones extraordinarias al tratarse de una mercancía que tuvo la capacidad, en la historia reciente, de hacer caer regímenes, encumbrar gobiernos y diseñar el mapa geopolítico de regiones enteras.

Así como asistimos a una desarticulación geopolítica global, el mercado petrolífero atraviesa una sucesión de cambios bruscos que, en alguna medida, contribuyen a explicar la situación actual. Quizá un cambio decisivo, en el corto plazo, sea que el partido de las grandes petroleras, el Grand Oil Party, como señala Michael T. Klare en irónica alusión al Partido Republicano (GOP o Grand Old Party), haya obtenido el control completo del parlamento en las recientes elecciones estadounidenses.

Sobre los cambios en el mercado del petróleo abundan las suposiciones revestidas de análisis rigurosos, que a menudo ocultan parte de la información o acuden a teorías conspirativas para explicar lo que sucede. En gran medida, esto es consecuencia de la opacidad del mercado del petróleo, un sector altamente cartelizado, donde el poder de decisión está fuertemente concentrado en un puñado de países y empresas que ponen condiciones al resto sobre cuotas de producción, canales de comercialización y monedas en las que debe transarse. Sin embargo, todo esto está siendo vapuleado por la realidad.

Ganadores y perdedores

Con el precio del barril a 70 dólares, la mayor parte de los países de la OPEP tendrán enormes dificultades para cuadrar sus cuentas. El punto de equilibrio presupuestario para Irán es de 140 dólares, para Argelia y Venezuela de 121, para Ecuador de 117, mientras Irak, Angola, Nigeria, Arabia Saudita y Libia oscilan entre 106 y 90 dólares. Sólo Qatar y los Emiratos Árabes Unidos pueden sobrevivir sin problemas con el crudo a menos de 70 dólares (Russia Today, 28 de noviembre de 2014).

Aunque Vladimir Putin minimizó las consecuencias para su país de la caída del precio del crudo, el presupuesto de Rusia para 2015-2017 (como el de casi todos los países exportadores) fue hecho sobre la base de un barril a 100 dólares. Según el presidente ruso, cuyo país no es miembro de la OPEP pero participó en la reciente reunión del organismo, el mercado mundial se estabilizará hacia mediados de 2015.

El ministro de Desarrollo Económico, Alexey Uyukayev explicó que el barril a 70 dólares implica el mismo precio en rublos que cuanto se cotizaba a 100, por la devaluación de la moneda rusa.“Para el sistema presupuestario el precio de petróleo denominado en rublos es mucho más importante que el componente en dólares” (Xinghua, 29 de noviembre de 2014). Detalló que eso sucede porque el rublo no está atado al dólar, al punto que los negocios multimillonarios con China se cotizan, de ahora en más, en yuanes.

Uno de los países más afectados es Venezuela. Uno de los más beneficiados, en el corto plazo, los Estados Unidos. Y China, de la cual no se habla, devenida en la principal importadora de crudo. El petróleo equivale al 96 por ciento de las exportaciones totales de Venezuela y contribuyen a la mitad del presupuesto del Estado. Este año el déficit equivale al 15 por ciento del PIB y la inflación ronda el 60 por ciento anual. El economista Daniel López afirma que “si el precio del barril permanece en tono a 60 dólares, los programa sociales van a sufrir financieramente” (Deutsche Welle, 28 de noviembre de 2014).

Venezuela enfrenta, además, un declive de la producción petrolera porque no hay fondos para prospección y nuevas instalaciones, en particular refinerías para el procesamiento de crudo. Este año se debió importar crudo de Argelia. El gobierno de Nicolás Maduro está gestionando la venta de Citgo, la mayor subsidiaria de pdvsa en Estados Unidos, que cuenta con tres refinerías y una red de seis mil estaciones de servicio, para conseguir fondos frescos.

Según López, pese a las dificultades “no quebraremos porque hay dinero”. Se refiere al reciente préstamo de China de 4.000 millones de dólares, que llevó las alicaídas reservas a más de 23.000 millones de dólares.

La OPEP, y Venezuela dentro de la organización, tuvo muchas dudas a la hora de disminuir la producción para evitar que los precios sigan cayendo. Vladimir Mílov, director del Instituto de Política Energética de Rusia y columnista de Forbes, estima que “si la OPEP intenta mantener los precios actuales o elevarlos, tendrá un resultado contrario”, porque el consumo está estancado y la producción no deja de crecer. De pugnar por un aumento del crudo, “dará más seguridad a las compañías estadounidenses que se dedican a proyectos de esquistos y éstas intensificarán aún más la producción, nivelando los efectos de las cuotas por parte de laOPEP” (Russia Today, 28 de noviembre de 2014).

Las nuevas tecnologías

Según Mílov, una reducción de un millón de barriles diarios en la producción de la OPEP, de los 30 millones de que producen sus miembros, implica para los países exportadores un costo de 2.500 millones de dólares mensuales, sin garantía de que consigan su objetivo.

Los datos sobre la evolución de la producción y consumo de petróleo para 2013 son elocuentes. La producción creció levemente, de 86,2 millones de barriles diarios en 2012 a 86,8 en 2013. El consumo pasó de 89,9 a 91,3 en el mismo período (1) Lo más notable es la evolución de Estados Unidos: en 2006 produjo 6,84 millones de barriles diarios, que se convirtieron en 11 millones en 2014, recuperando su pico de producción de 1970. La producción no convencional es la gran explicación (2).

Es el único país cuya producción se incrementa de modo exponencial. Se acerca así a la autosuficiencia, situada en los 18 millones de barriles diarios, que podría alcanzar antes del fin de la década. El especialista en temas energéticos Michael T Klare, aporta datos que dicen que las grandes corporaciones de la energía están entre las principales fuentes de financiación del Partido Republicano. En la última campaña electoral, “el 87 por ciento de los 51 millones de dólares que aportaron fueron a parar a los republicanos” (Rebelión, 22 de noviembre de 2014).

La estrategia en el último medio siglo ha sido muy clara: petróleo y gas fueron los pilares de la seguridad nacional, ya que el acceso privilegiado a fuentes seguras a precios preferenciales (Medio Oriente) otorgaba a Estados Unidos “ventaja competitiva en relación a las potencias rivales”, y más recientemente hizo que Washington tuviera mayor capacidad “en la confrontación con países petroleros hostiles como Irán, Rusia y Venezuela”, apunta Klare.

Con el gas y petróleo de esquisto las cosas cambiaron, para mejor. “Los jefes republicanos sostienen que la mejor manera de contrarrestar los avances de Rusia en Ucrania (o en cualquier lugar de Europa) es acelerar la explotación de las reservas de gas no convencional y exportar los excedentes obtenidos como gas natural licuado”, sigue Klare. Esta nueva estrategia apunta a desgajar a Europa de Rusia, principal mercado de Moscú del cual depende todo el continente, pero también a dañar la economía rusa. Para rematar la apuesta, energía barata supone que las empresas que migraron a Asia vuelvan casa. De ese modo se consigue un doble objetivo: acorralar a Rusia, principal adversario estratégico, y contrarrestar el ascenso de China, principal rival económico.

La apuesta republicana va más lejos, con una virtual integración de los sistemas petroleros de Canadá y México bajo dominio de las multinacionales estadounidenses, desde que el país azteca decidió abrir sus empresas estatales a la inversión extranjera por primera vez desde su expropiación en 1938. Sólo falta modificar la legislación nacional, que desde el embargo petrolero árabe de 1973-1974 impide la exportación de petróleo y gas natural como medida preventiva.

Una de las principales consecuencias de la política energética estadounidense es que los países productores agrupados en la OPEP ya no están en condiciones de regular el mercado petrolero. Los doce países que la integran producen apenas un tercio del petróleo global y su producción empieza a mermar. “Estamos entrando en una nueva era para los precios del petróleo, donde el propio mercado va a administrar a la oferta, no más Arabia Saudita y laOPEP”, dijo Mike Wittner, de la Societé Generale en Nueva York (Valor, 28 de noviembre de 2014).

Un mercado desarticulado

En la medida que no aparece un actor, o un pequeño grupo de actores, con la capacidad suficiente como para poner orden, el mercado petrolera es cada vez más caótico. Los datos apuntan que algo nuevo está sucediendo: Arabia Saudita ya no vende la mayor parte de su petróleo a Estados Unidos sino a China; Estados Unidos revierten su aguda dependencia; China y Rusia firmaron un mega acuerdo gasero por 700.000 millones de dólares a pagar en yuanes, con lo que China se asegura una fuente de suministro y Rusia deja de depender del mercado europeo; Arabia Saudita es ya el sexto consumidor de petróleo del mundo (pasó de 1,4 a tres millones de barriles diarios de 2001 a 2013) con lo que menguan los excedentes exportables del primer productor; lo mismo sucede con Rusia, segundo productor.

Una vez más, China es el gran ganador (tanto por el acuerdo con Rusia como por el petróleo a bajo precio), mientras la Unión Europea está en serias dificultades, ya que los suministros rusos no son seguros y la promesa de Washington de venderle gas de esquisto es, apenas, una promesa.

Dos hechos convergen: una nueva geopolítica del petróleo y la crisis de la propia industria. “La industria del petróleo se salvó gracias al petróleo de esquisto, pero se perderá también a causa del petróleo de esquisto”, estima el boletín mensual del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (Geab 89, 17 de noviembre de 2014). La crisis del mercado se puede visualizar en una gráfica donde aparecen las inversiones y la producción. Hasta 2006 el aumento de las inversiones provocaba aumentos en la producción. A partir de ese momento, ambas líneas se acercan hasta cruzarse en 2010: la producción de las once principales compañías cae drásticamente a pesar de que las inversiones siguen creciendo.

Las grandes empresas petroleras están endeudadas y empiezan a vender sus activos. Pero la crisis afecta de modo muy particular a las explotaciones de esquisto, ya que “corren el riesgo de no ser rentables si el precio del barril se instala debajo de 80 dólares a largo plazo”, señala el Geab. A las dificultades sobre la rentabilidad deben sumarse las críticas y protestas por la contaminación que produce. Algunas publicaciones especializadas apuntan una desaceleración de las perforaciones.

Hay quienes aseguran que se trata de un espejismo, ya que la producción de petróleo y gas no convencionales crecen de forma abrupta, pero tienden a bajar en la misma forma y a corto plazo. “Las estimaciones más optimistas pronostican el aumento o la producción constante hasta 2020 (solamente); otros creen que es probable una caída desde 2016”, insiste el Geab. Al parecer es Arabia Saudita, el país más afectado por el petróleo de esquisto, quien está detrás de la caída de los precios como forma de desestimular a la industria no convencional.

La ley del más fuerte

El relatorio de la empresa Sanford C Bernstein & Co. del mes pasado, establece que Arabia Saudita, Irán e Irak “pueden mantener la producción con un barril a 30 dólares, en tanto algunos productores estadounidenses necesitan un precio superior a los 80 dólares” (Valor, 28 de noviembre de 2014). La Agencia Internacional de Energía sostiene que el costo de producción de petróleo de esos países oscila en torno a los 10 o 20 dólares el barril, mientras el no convencional tiene costos superiores a los 70 u 80 dólares.

En la misma dirección, el vicepresidente de la rusa Lukoil está convencido que la actual política de la OPEP de dejar caer los precios, va a quebrar la industria de esquisto de los Estados Unidos y que los precios volverán a subir “en 2016, cuando la OPEP complete su objetivo de limpiar el mercado marginal estadounidense”. Si esto fuera así, se entienden algunos de las interferencias que está sufriendo la estrategia estadounidense en Medio Oriente.

Sin embargo, los analistas del mayor banco de Noruega, el dnb asa, recuerdan que buena parte de la producción de los Estados Unidos puede mantenerse incluso con un barril a 42 dólares, en tanto Goldman Sachs aseguró que los precios van a caer aún más, “hasta que aparezcan evidencias de desaceleración de la producción en Estados Unidos”, que podría volver a sumar un millón de barriles diarios en 2015 (Valor, 28 de noviembre de 2014). Estamos ante una guerra de precios, comercial y de estrategias, que está terminando de desregular el mercado petrolero.

Es en este punto donde se cruzan las principales dificultades. Si la arquitectura de la gobernanza energética cruje, como el sistema todo, el problema es que no se adivinan las nuevas vigas maestras que apuntalen un nuevo sistema. El petrodólar, que conformaba el núcleo de esa arquitectura desde 1973, basado en la alianza que Estados Unidos y Arabia Saudita establecieron en 1945 al finalizar la segunda guerra mundial, se está desmoronando a una velocidad increíble.

“En un sistema desregulado de acceso a los recursos energéticos”, concluye el Geab,“prevalece la ley del más fuerte”. Los que más sufren, son los que no producen petróleo ni gas, como Europa, y los que no tienen poder militar para imponer su voluntad. Una vez más, la alianza Rusia-China cuenta con los dos factores decisivos, a lo que puede sumarse la creciente asociación de intereses entre chinos y saudíes.

Según los analistas, estaríamos cerca de un shock en el mercado del petróleo, con efecto dominó sobre las bolsas de valores de todo el mundo. Esta vez el epicentro de la futura crisis no sería el sector inmobiliario ni el bancario, sino el energético. No debemos olvidar que el orden mundial nacido en la segunda posguerra mundial, tuvo en el petróleo el nudo gordiano que está empezando a desatarse.

Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada. Integrante del Consejo de ALAI. 

Notas
(1) “Statistical Review of World Energy 2014”, publicado por BP, ex British Petroleum, enwww.bp.com La diferencia entre producción y consumo se deben a cambios en las existencias, consumo de aditivos y combustibles de sustitución.

(2) Petróleo y gas no convencional, de esquisto o shale en inglés, obtenido mediante el método de fractura hidráulica o fracking, por el que se rompen rocas que liberan gas a miles de metros de profundidad.

martes, 2 de diciembre de 2014

Desnudar al extractivismo: repensar el origen y destino de la riqueza


Emiliano Teran Mantovani*
Rebelión

“La tierra y las mujeres no somos territorios de conquista”.
“Nosotras somos ricas, tenemos lo que quieras del territorio:
cazamos y pescamos, y hay toda clase de hortalizas.
¿Qué pobres vamos a ser? No tener naturaleza es ser pobre”
Testimonios recogidos en “La vida en el centro y el crudo bajo tierra: El Yasuní en clave feminista[1]

            La defensa de la política extractivista se desenvuelve en un discurso que mezcla una serie de desafíos realmente existentes, con todo un juego retórico plagado de omisiones, desactivaciones simbólicas de campos de poder y valor, y mitificaciones históricas ―en la cuales el “desarrollo” es pilar fundamental―, que en su conjunto ofrecen una conclusión profundamente conservadora, pero que en ningún modo es cierta: no hay alternativas más allá del extractivismo.
            El circuito de acumulación en los capitalismos extractivos se desarrolla como un proceso metabólico, que intenta capturar, dominar, destruir y/o cooptar todas las formas territoriales de reproducción de la vida para subsumirlas al patrón macro-energético hegemónico. En este sentido, a lo largo de estos procesos que constituyen este circuito de acumulación, se van construyendo justificaciones que puedan legitimar cada fase de este modo de explotación capitalista sobre las subjetividades y la naturaleza. Es necesario atender a estas fases para intentar evidenciar cuáles son estas omisiones, desactivaciones y mitificaciones contenidas en el discurso extractivista.
            En Teoría económica del capitalismo rentístico de Asdrúbal Baptista, uno de los clásicos de la literatura petrolera venezolana, el autor destaca que la especificidad del capitalismo rentístico radica en el hecho de que su estructura abarca desde el inicio un doble ámbito espacial, un doble ámbito territorial[2]. En esta dualidad geográfica, el origen de la renta petrolera es de escala internacional ―determinada por la lógica de la División Internacional del Trabajo―, y el destino de ésta, estaría enmarcado en una escala nacional, teniendo entonces al Estado como la interfaz de estos dos procesos.
            La propuesta de Baptista nos sirve como referente para analizar en estos dos ámbitos, los diferentes argumentos y epistemes que se proponen para justificar la expansión del extractivismo: un primer momento, la captación de una renta internacional de la tierra - RIT (origen); y un segundo momento, la distribución de la misma (destino). Sin embargo, es necesario hacer previamente un par de salvedades al respecto:
a)     La separación que propone Baptista sobre una escala “internacional” y una escala “nacional” es insuficiente para comprender las diversas dinámicas transterritoriales que constituyen el proceso capitalista de acumulación en el extractivismo. El elemento sobre el que se enfoca Baptista, el origen de la RIT, otorga centralidad a los flujos de esta forma de valor monetaria, haciendo pasar a un segundo plano el hecho de que el origen de la riqueza es territorial. Esto nos lleva a que, antes que atender únicamente a la captación de la RIT, nos enfoquemos primordialmente en el proceso capitalista de extracción que se realiza en el territorio, en la desterritorialización colonial que genera el capital.
b)    En este mismo sentido, respecto al proceso de distribución de la RIT, el carácter “nacional” de la misma se ha desdibujado muchísimo en la globalización neoliberal, generándose en numerosas ocasiones procesos de regionalización del capital que trascienden las fronteras de los Estados-nación, y mecanismos “informales” que desbordan los canales tradicionales de estos procesos, como el caso de la economía extractiva de frontera en Venezuela (contrabando)[3].

Primer momento: el proceso capitalista de extracción y el origen de la RIT
            En nombre del “desarrollo”, el “progreso”, el fin de la dependencia y la lucha para salir de la pobreza, los diversos discursos extractivistas nos proponen que debemos sacar más y más de la naturaleza, ampliar cada vez más los proyectos extractivos en número e intensidades, para así obtener mayores dividendos monetarios y posteriormente alcanzar tales grandes objetivos.
Por citar algunos ejemplos, en México el presidente Enrique Peña Nieto afirmaba que la promulgación de los reglamentos de la Reforma Energética de fines de 2013 marca el inicio de una nueva era de desarrollo y crecimiento económico en el país[4]; en el marco de la extraordinaria expansión del extractivismo sojero en Argentina, la presidenta de ese país, Cristina Fernández de Kirchner, inauguraba a fines de abril la planta de procesamiento de soja más grande del mundo, alegando que se trata del desarrollo de "una industria de punta para agregar valor a la materia prima (…) y podamos seguir agregando valor al producto del sector agropecuario"[5]; y en Perú, Ollanta Humala ha defendido el Proyecto minero Conga (Cajamarca), pues “la población necesita ver que los proyectos económicos que se desarrollan en sus territorios los benefician directa y concretamente”, incluyendo la supuesta posibilidad de garantizar más agua y de mejor calidad[6], argumentos éstos muy similares a los planteados por los gobiernos “progresistas” de Rafael Correa respecto al petróleo en el Yasuní[7], o Evo Morales en relación al TIPNIS[8].
En todos estos casos, el consenso extractivista está determinado por un fetiche constitutivo de la racionalidad desarrollista, basado en una idea obsesiva de que el supremo objetivo social es “crear valor”, o bien captarlo como renta, reproducirlo y expandirlo. En realidad esto significa que lo que el mercado mundial capitalista considera como útil, válido y valioso, debe reproducirse de manera acumulativa, exponencial e indefinida, siendo que esta dinámica crecentista y reproductiva del capital fluye fundamentalmente en la forma dinero. Esta concepción particular del valor se sostiene sobre varios pilares:
Ø Su sentido se reproduce desde una pretensión de universalidad, deobjetividad (en la medida en la que aspira a ser equivalencia absoluta de una serie de “materialidades”) y de un perfil profundamente economicista, por lo cual hablamos de un patrón colonial del valor, que coloniza a otros valores existentes, que invisibiliza, subsume o marginaliza toda una red de procesos de interacción e intercambio metabólicos de escala molecular, de sentidos simbólicos y afectivos, que en este caso deben ceñirse a este patrón hegemónico para tener validez.
Ø En este sentido, la naturaleza en sí no representa ni reproduce valor. Por esto, la existencia de un territorio no intervenido por la modernización capitalista, tal y como está, obstaculizaría la reproducción de capital, es improductivo, parasitario, regresivo, incivilizado; es «espacio vacío» –vacío de valor–. De ahí que, por un lado, si la producción del valor se centra en el trabajo, la tierra (naturaleza) es por tanto objeto de renta (rentístico); y por otro lado, la creciente devastación ambiental producto del desarrollo capitalista, no es contabilizada en ninguna medida como pérdida valor –más bien este proceso destructivo es la base material para este tipo de “creación de valor”–.
Ø Los procesos permanentes de «acumulación originaria», que se han desplegado y continúan haciéndolo por múltiples territorios, encarrilan, someten, o destruyen también un enorme y muy diverso mosaico de cosmovisiones y culturas ancestrales o endógenas, y sus diferentes metabolismos y universos de valor, a favor de la estructura universalizante de este patrón colonial de poder.

De esta forma, ante este discurso extractivista que propone que debemos captar más valor (como renta, a partir de la expansión de los proyectos extractivos), y crearlo sostenidamente (sustitución de importaciones, «sembrar el petróleo» para el caso venezolano, o la «industrialización de la naturaleza» como lo proponen los teóricos de la UNASUR), es necesario preguntarse: ¿cuál es el saldo socioambiental final que deja este proceso, que va desde la desterritorialización que produce el proyecto extractivo, hasta la transformación de la naturaleza en mercancía, y luego en renta?
Si se hacen emerger las omisiones y desactivaciones simbólicas de otros campos de valor, ocultos en estos discursos desarrollistas y extractivistas, reformulando las cuentas que nos ofrecen como “evidencia de su verdad”, toma más claridad lo profundamente pernicioso que es intensificar este modelo de desarrollo capitalista.
En este sentido, planteamos que hay un valor ontológico en la naturaleza, no sólo en la medida en la que se considere, desde una visión antropocéntrica, a la misma como un activo (bienes comunes accesibles a todos los humanos) que debe ser contabilizado como pérdida cuando se destruye ―como lo propusiera el experimento chino del «PIB verde», abortado rápidamente en 2006[9]―, sino también en el propio sentido de ser de la vida y la reproducción misma de sus ciclos. Este valor ontológico de la vida misma (el bios), constituye todos los procesos de reproducción socio-metabólicos y sus formaciones de valor. De ahí que propongamos el concepto de «valor-vida».
Si lleváramos pues, el «valor-vida» al metalenguaje económico, y consideramos los bienes comunes naturales como un activo, el balance ecológico después de cada proceso extractivo capitalista, e incluso, desde una perspectiva transterritorial, después del “desarrollo” y la modernización territoriales (como las expansiones urbanas o modernizaciones agrícolas), sería sumamente negativo en términos de “pérdidas y ganancias”, siendo importante también resaltar que la reconfiguración metabólica de los territorios por parte del capital implica una síntesis indivisible entre la devastación ambiental que deja, y la desigualdad social que produce, en beneficio primordialmente de sus administradores[10].
Si asumiéramos esta nueva eco-contabilidad, sería sumamente problemático hablar de un proceso puro de creación de riqueza. Es verdaderamente absurdo convertir el «valor-vida» en un commodity, afectando masivamente fuentes de agua potable, para luego vanagloriarnos de una alta captación de RIT y de un gran crecimiento del PIB, que nos permitirá poder comprar muchas unidades de agua embotellada. Lo que tenemos como saldo final de estos ciclos extractivos es un notable incremento de la pobreza del «valor-vida»; una expansión de la cantidad de sujetos dependientes desvinculados de su relación directa con los bienes comunes, pero que ahora vivirán en ciudades y se tomarán tazas de café que requieren en todo su proceso de producción usar hasta unos 140 litros de agua para cada taza[11]; y un ciclo de acumulación de dinero-renta para comprar productos importados, que tarde o temprano va a entrar en una fase contractiva.
            De esta forma, más que asumir que este es un proceso de “creación de riqueza”, la transfiguración de la naturaleza en dinero conlleva en cambio a una alienación de la riqueza. De ahí que esta transformación material,  metabólico/territorial, y de las sociabilidades que produce el extractivismo, arroje los nefastos resultados ya conocidos, que se intentan atenuar con la incumplible promesa de un futuro “desarrollo” para todos. El discurso pro-extractivista omite toda esta reconfiguración metabólica sobre la base de una políticamonetaristocéntrica.
            Los cuestionamientos aquí planteados, hacen parte de una disputa político-cultural, y tienen varias implicaciones programáticas en los términos de construir alternativas a los capitalismos extractivos rentísticos y el “desarrollo”:
Ø En todas las escalas espaciales sobre las que se debe operar para impulsar transiciones post-extractivistas y post-capitalistas, es fundamental una política no monetaristocéntrica, o no centrada principalmente en la forma dinero. Hablamos entonces de ampliar la reproducción de la riqueza por apropiación social de procesos[12], que persiga vencer la intermediación que se instituye en el proceso de alienación de la riqueza anteriormente descrito, y que se puede proyectar tanto a las políticas públicas, como a las estrategias de los movimientos sociales y organizaciones populares, en pro de construir tejido autogestionario.
Ø En este sentido, la reivindicación y defensa del «valor-vida» nos lleva a las peticiones y exigencias de moratorias de numerosos proyectos extractivos y desarrollistas en toda América Latina ―el Yasuní en Ecuador es tal vez el más emblemático en la región―, que no responden a las necesidades de la población, sino primordialmente del mercado capitalista mundial y las élites nacionales que se enriquecen de éstas. En el caso de Venezuela, el llamado «Arco Minero de Guayana» es un proyecto de este tipo ―siendo que laCoordinadora de Organizaciones Indígenas de la Amazonia y el antropólogo Esteban Emilio Mosonyi han solicitado su moratoria―, al igual que los planes de explotación del carbón en la Sierra de Perijá (Estado Zulia), e inclusive zonas ecológicamente más sensibles en la Faja Petrolífera del Orinoco, que la Red de Alerta Petrolera Orinoco Oilwatch, con Francisco Mieres entre sus integrantes, propusiera en 2004 que no se explotaran[13].
Ø El impulso de un proceso de reproducción de la riqueza por apropiación social de procesos supone entonces la expansión del sector común, respecto a los sectores público y privado, lo que debe ir imperiosamente de la mano del reconocimiento de formas de autogobierno territorial y la mixtificación de las formas de propiedad, en pro y defensa de la reproducción de esos valores-vida existentes, que van más allá de la hegemonía de la riqueza monetarizada.
Ø La promoción de nuevos eco-indicadores para la transición en varias escalas, que logren descentralizar los procesos de reproducción del valor, y que al mismo tiempo puedan servir para modificar radicalmente la lógica colonial que constituye las relaciones socio-metabólicas reinantes en el sistema capitalista.
Ø Si el origen de la riqueza está en el territorio, y si reconocemos que un proceso de transformación profunda no va a ser impulsado por el Estado ―y en cambio éste podría tratar de frenarlo―, surge la pregunta: ¿deben los movimientos sociales disputarse principalmente la renta con los administradores del capitalismo rentístico, o en cambio dirigir su mirada fundamentalmente hacia los territorios y los bienes comunes? La globalización de la lógica popular del occupy, practicada tanto por los movimientos urbanos en todo el mundo (indignados, OWS), como por pueblos campesinos (MST-Brasil) e indígenas (recordemos al cacique Sabino Romero y los yukpa ocupando haciendas en la Sierra de Perijá en Venezuela) evidencian disputas territoriales en el campo del «valor-vida», donde se origina la mercantilización de la naturaleza, la RIT y donde se ejerce directamente el poder neocolonial.

Segundo momento: el destino de la RIT y el proceso capitalista de su distribución
            El discurso defensor del extractivismo nos propone que, ante los flagelos de la pobreza, de la dependencia y el llamado “subdesarrollo” debemos profundizar este modelo, sin atender al hecho de que, antes que expandir los proyectos extractivos y ampliar la renta captada, es necesario revisar cómo se distribuye la misma. Y no sólo se hace referencia a tener balances positivos y cuentas saneadas, o bien distribuir la renta de manera más equitativa, sino también a reconocer que los diversos mecanismos de distribución de la RIT generan territorialidades, espacialidad, institucionalidades, procesos metabólicos determinados, relaciones de poder y formas de producción de subjetividad e interacción social, acordes a los requerimientos biopolíticos de este modelo de acumulación de capital.
            Esto por supuesto implica que, dependiendo de los sentidos y lógicas que atraviesan estos procesos de distribución, podrían disputarse y reconfigurarse nuevas producciones de la política y la territorialidad, que apunten claramente hacia formas de transición post-extractivistas. Surgen entonces varias preguntas: ¿qué formas de producción están estimulando y desestimulan estos mecanismos existentes en nuestros países? ¿Qué estilos de vida promueven? ¿Qué formas de valor prevalecen? ¿Qué tipo de ordenamiento territorial dispone, qué tipo de patrones energéticos? ¿Beneficia a una descentralización o a una concentración del poder? ¿Impulsa una mercantilización de la naturaleza, o bien abre caminos a la gestión popular de los bienes comunes? ¿Qué horizontes emancipatorios se podrían trazar desde otras lógicas distributivas?
            A modo ilustrativo, existen algunos ejemplos que se podrían revisar: los investigadores Pablo Iturralde y Eduardo Pichilingue del Centro de Derecho Económico y Social (CDES), muestran que si se aumentara la carga tributaria 1,5% más de lo actualmente registrado, sobre las ventas de los 110 grupos económicos más poderosos en Ecuador, se obtendrían alrededor de 20 mil millones de dólares en un período similar a la de la explotación petrolera de 25 años en el Yasuní-ITT[14], lo cual da aún más sentido a la moratoria exigida para ese territorio, ahora con un argumento que se propone desde el campo de la redistribución de la renta. Otro ejemplo es el del precio de la gasolina en Venezuela, la más barata del mundo, que no sólo le genera pérdidas al Estado venezolano, sino que promueve estilos de vida y patrones de consumo que para el caso del país caribeño son notablemente intensivos respecto al resto de países de la región (¿a quiénes beneficia ese subsidio en el país?), y que desestimula otras posibles alternativas[15].
            Aunque el discurso y la política oficial, y en general la retórica de los partidos políticos insiste en que no hay alternativas al extractivismo, nada más falso que esto. Numerosas experiencias populares que muestran que sí es posible la vida sin extractivismo, junto con la urgencia tanto de la crisis ambiental global, como de la propia crisis del sistema capitalista, y sus consecuencias para una América Latina que se encuentra en una encrucijada, ponen de manifiesto el doble ámbito de esta disputa política-cultural para los movimientos sociales: el territorio y la institucionalidad.

Caracas, noviembre de 2014

*Emiliano Teran Mantovani es investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos CELARG

Fuentes consultadas
- BAPTISTA, Asdrúbal. Teoría económica del capitalismo rentístico. Banco Central de Venezuela. Caracas, Venezuela. 2010.
- COLOMINE, Feijoo. Lo que no dijo Últimas Noticias sobre el contrabando que azota las fronteras venezolanas. Aporrea. 25/08/2014. Disponible en: http://www.aporrea.org/contraloria/a193849.html. Consultado: [27/08/2014].
- DECLARACIÓN del encuentro de mujeres frente al extractivismo y al cambio climático. Quito, 14 de octubre de 2014. Disponible en: http://territorioyfeminismos.org/2014/10/15/encuentro-de-mujeres-frente-al-extractivismo-y-al-cambio-climatico/. Consultado: [15/10/2014].
- EFE. Peña Nieto: reglamentos de reforma energética abren paso a era de crecimiento. 3 de Noviembre de 2014. Disponible en: http://www.caracol.com.co/noticias/economia/pena-nieto-reglamentos-de-reforma-energetica-abren-paso-a-era-de-crecimiento/20141103/nota/2491067.aspx. Consultado: [9/11/2014].
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[1] Tomado de: Declaración del encuentro de mujeres frente al extractivismo y al cambio climático. Quito, 14 de octubre de 2014.
[2]  BAPTISTA, Asdrúbal. Teoría económica del capitalismo rentístico. p.20
[3] Estos flujos extractivos, en muy buena medida de carácter delincuencial, evidencian las complejas dinámicas de los sistemas extractivistas, sobre todo en el marco de un conflicto de disputa geopolítica territorial y por los llamados “recursos naturales”. La incidencia negativa que ha tenido este fenómeno en la estructura del capitalismo rentístico venezolano ha sido de tal magnitud, que intensifica la sed de divisas y productos importados propia del modelo, presionando aún más a un redimensionamiento del sistema, por lo que sin duda creemos que este fenómeno hace parte también de los análisis sobre extractivismo. Son también, operaciones de extracción. Sobre los fenómenos de economía extractiva en la frontera colombo-venezolana, véase: HERNÁNDEZ, Rafael A. La economía se desangra por la frontera. COLOMINE, Feijoo. Lo que no dijo Últimas Noticias sobre el contrabando que azota las fronteras venezolanas.
[4] Cfr. EFE. Peña Nieto: reglamentos de reforma energética abren paso a era de crecimiento.
[5] Cfr. TELAM. Cristina inauguró la planta de procesamiento de soja más grande del mundo.
[6] HUMALA Tasso, Ollanta. Pronunciamiento del Presidente de la República, Ollanta Humala Tasso, sobre el proyecto minero Conga.
[7] Cfr. EL TELÉGRAFO. Correa se compromete con waoranis a extracción responsable del Yasuní.
[8] Cfr. PÁGINA Siete. Evo promete mayor desarrollo en TIPNIS.
[10] Cfr. TERAN Mantovani, Emiliano. Las espirales del debate sobre extractivismo y los nuevos tiempos.
[11] Cfr. WATER Footprint Network. Product Water FootprintsEl país referencia para esta medida es Holanda. La medida es buena referencia para los territorios estructurados en torno a los «modos de vida imperial», que pueden estar también en las grandes ciudad de los países del Sur Global.
[12] Cfr. TERAN Mantovani, Emiliano. La crisis del capitalismo rentístico y el neoliberalismo mutante (1983-2013).
[13] Cfr. RED Alerta Petrolera Orinoco Oilwatch. El conflicto petrolero venezolano y sus implicaciones ambientales.
[14] Cfr. LA HORA. Presentan alternativas a la explotación del Yasuní-ITT.
[15] Sobre esto, véase: TERAN Mantovani, Emiliano. Del debate del precio de la gasolina a los primeros pasos de una transición post-rentista.