Raúl Zibechi
Alai
El mercado petrolero, otrora regulado por los acuerdos entre Estados
Unidos y Arabia Saudita, está cada vez más fragmentado. Un mercado desregulado
anticipa un período en el que imperará la ley del más fuerte, hasta que
aparezca un orden, quizá pospetrolero, como parte de un nuevo mapa energético
global.
El pasado 27 de diciembre los ministros de los doce países que
integran la OPEP(Organización de Países Exportadores de Petróleo)
decidieron mantener los actuales niveles de producción aunque el precio del
barril de crudo viene cayendo en el último semestre, acumulando una caída
superior al 30 por ciento. A pesar de la proliferación de crisis con honda
capacidad desestabilizadora, en Ucrania y en Medio Oriente, y las sanciones de
la Unión Europea y Estados Unidos a Rusia, el precio del crudo sigue cuesta
abajo.
No es la primera vez que esto sucede, ya que el precio del petróleo es
eminentemente político. Tampoco afecta sólo a los hidrocarburos: la onza troy
de oro cayó de 1.800 a 1.150 dólares, así como los precios de los productos
agropecuarios y de los minerales. Sin embargo, en el petróleo se cruzan algunas
situaciones extraordinarias al tratarse de una mercancía que tuvo la capacidad,
en la historia reciente, de hacer caer regímenes, encumbrar gobiernos y diseñar
el mapa geopolítico de regiones enteras.
Así como asistimos a una desarticulación geopolítica global, el mercado
petrolífero atraviesa una sucesión de cambios bruscos que, en alguna medida,
contribuyen a explicar la situación actual. Quizá un cambio decisivo, en el
corto plazo, sea que el partido de las grandes petroleras, el Grand Oil
Party, como señala Michael T. Klare en irónica alusión al Partido
Republicano (GOP o Grand Old Party), haya obtenido el control
completo del parlamento en las recientes elecciones estadounidenses.
Sobre los cambios en el mercado del petróleo abundan las suposiciones
revestidas de análisis rigurosos, que a menudo ocultan parte de la información
o acuden a teorías conspirativas para explicar lo que sucede. En gran medida,
esto es consecuencia de la opacidad del mercado del petróleo, un sector
altamente cartelizado, donde el poder de decisión está fuertemente concentrado
en un puñado de países y empresas que ponen condiciones al resto sobre cuotas
de producción, canales de comercialización y monedas en las que debe transarse.
Sin embargo, todo esto está siendo vapuleado por la realidad.
Ganadores y
perdedores
Con el precio del barril a 70 dólares, la mayor parte de los países de la OPEP tendrán
enormes dificultades para cuadrar sus cuentas. El punto de equilibrio
presupuestario para Irán es de 140 dólares, para Argelia y Venezuela de 121,
para Ecuador de 117, mientras Irak, Angola, Nigeria, Arabia Saudita y Libia
oscilan entre 106 y 90 dólares. Sólo Qatar y los Emiratos Árabes Unidos pueden
sobrevivir sin problemas con el crudo a menos de 70 dólares (Russia Today,
28 de noviembre de 2014).
Aunque Vladimir Putin minimizó las consecuencias para su país de la caída
del precio del crudo, el presupuesto de Rusia para 2015-2017 (como el de casi
todos los países exportadores) fue hecho sobre la base de un barril a 100
dólares. Según el presidente ruso, cuyo país no es miembro de la OPEP pero
participó en la reciente reunión del organismo, el mercado mundial se
estabilizará hacia mediados de 2015.
El ministro de Desarrollo Económico, Alexey Uyukayev explicó que el
barril a 70 dólares implica el mismo precio en rublos que cuanto se cotizaba a
100, por la devaluación de la moneda rusa.“Para el sistema presupuestario el
precio de petróleo denominado en rublos es mucho más importante que el
componente en dólares” (Xinghua, 29 de noviembre de 2014).
Detalló que eso sucede porque el rublo no está atado al dólar, al punto que los
negocios multimillonarios con China se cotizan, de ahora en más, en yuanes.
Uno de los países más afectados es Venezuela. Uno de los más
beneficiados, en el corto plazo, los Estados Unidos. Y China, de la cual no se
habla, devenida en la principal importadora de crudo. El petróleo equivale al
96 por ciento de las exportaciones totales de Venezuela y contribuyen a la
mitad del presupuesto del Estado. Este año el déficit equivale al 15 por ciento
del PIB y la inflación ronda el 60 por ciento anual. El economista Daniel López
afirma que “si el precio del barril permanece en tono a 60 dólares, los
programa sociales van a sufrir financieramente” (Deutsche Welle,
28 de noviembre de 2014).
Venezuela enfrenta, además, un declive de la producción petrolera porque
no hay fondos para prospección y nuevas instalaciones, en particular refinerías
para el procesamiento de crudo. Este año se debió importar crudo de Argelia. El
gobierno de Nicolás Maduro está gestionando la venta de Citgo, la mayor
subsidiaria de pdvsa en Estados Unidos, que cuenta con tres
refinerías y una red de seis mil estaciones de servicio, para conseguir fondos
frescos.
Según López, pese a las dificultades “no quebraremos porque hay
dinero”. Se refiere al reciente préstamo de China de 4.000 millones de
dólares, que llevó las alicaídas reservas a más de 23.000 millones de dólares.
La OPEP, y Venezuela dentro de la organización, tuvo muchas dudas a
la hora de disminuir la producción para evitar que los precios sigan cayendo.
Vladimir Mílov, director del Instituto de Política Energética de Rusia y
columnista de Forbes, estima que “si la OPEP intenta
mantener los precios actuales o elevarlos, tendrá un resultado contrario”,
porque el consumo está estancado y la producción no deja de crecer. De pugnar
por un aumento del crudo, “dará más seguridad a las compañías
estadounidenses que se dedican a proyectos de esquistos y éstas intensificarán
aún más la producción, nivelando los efectos de las cuotas por parte de laOPEP” (Russia
Today, 28 de noviembre de 2014).
Las nuevas
tecnologías
Según Mílov, una reducción de un millón de barriles diarios en la
producción de la OPEP, de los 30 millones de que producen sus miembros,
implica para los países exportadores un costo de 2.500 millones de dólares
mensuales, sin garantía de que consigan su objetivo.
Los datos sobre la evolución de la producción y consumo de petróleo para
2013 son elocuentes. La producción creció levemente, de 86,2 millones de
barriles diarios en 2012 a 86,8 en 2013. El consumo pasó de 89,9 a 91,3 en el
mismo período (1) Lo más notable es la evolución de Estados Unidos: en 2006
produjo 6,84 millones de barriles diarios, que se convirtieron en 11 millones
en 2014, recuperando su pico de producción de 1970. La producción no
convencional es la gran explicación (2).
Es el único país cuya producción se incrementa de modo exponencial. Se
acerca así a la autosuficiencia, situada en los 18 millones de barriles
diarios, que podría alcanzar antes del fin de la década. El especialista en
temas energéticos Michael T Klare, aporta datos que dicen que las grandes
corporaciones de la energía están entre las principales fuentes de financiación
del Partido Republicano. En la última campaña electoral, “el 87 por
ciento de los 51 millones de dólares que aportaron fueron a parar a los
republicanos” (Rebelión, 22 de noviembre de 2014).
La estrategia en el último medio siglo ha sido muy clara: petróleo y gas
fueron los pilares de la seguridad nacional, ya que el acceso privilegiado a
fuentes seguras a precios preferenciales (Medio Oriente) otorgaba a Estados
Unidos “ventaja competitiva en relación a las potencias rivales”, y
más recientemente hizo que Washington tuviera mayor capacidad “en la
confrontación con países petroleros hostiles como Irán, Rusia y Venezuela”,
apunta Klare.
Con el gas y petróleo de esquisto las cosas cambiaron, para mejor. “Los
jefes republicanos sostienen que la mejor manera de contrarrestar los avances
de Rusia en Ucrania (o en cualquier lugar de Europa) es acelerar la explotación
de las reservas de gas no convencional y exportar los excedentes obtenidos como
gas natural licuado”, sigue Klare. Esta nueva estrategia apunta a desgajar
a Europa de Rusia, principal mercado de Moscú del cual depende todo el
continente, pero también a dañar la economía rusa. Para rematar la apuesta,
energía barata supone que las empresas que migraron a Asia vuelvan casa. De ese
modo se consigue un doble objetivo: acorralar a Rusia, principal adversario
estratégico, y contrarrestar el ascenso de China, principal rival económico.
La apuesta republicana va más lejos, con una virtual integración de los
sistemas petroleros de Canadá y México bajo dominio de las multinacionales
estadounidenses, desde que el país azteca decidió abrir sus empresas estatales
a la inversión extranjera por primera vez desde su expropiación en 1938. Sólo
falta modificar la legislación nacional, que desde el embargo petrolero árabe
de 1973-1974 impide la exportación de petróleo y gas natural como medida
preventiva.
Una de las principales consecuencias de la política energética
estadounidense es que los países productores agrupados en la OPEP ya
no están en condiciones de regular el mercado petrolero. Los doce países que la
integran producen apenas un tercio del petróleo global y su producción empieza
a mermar. “Estamos entrando en una nueva era para los precios del
petróleo, donde el propio mercado va a administrar a la oferta, no más Arabia
Saudita y laOPEP”, dijo Mike Wittner, de la Societé Generale en Nueva York
(Valor, 28 de noviembre de 2014).
Un mercado
desarticulado
En la medida que no aparece un actor, o un pequeño grupo de actores, con
la capacidad suficiente como para poner orden, el mercado petrolera es cada vez
más caótico. Los datos apuntan que algo nuevo está sucediendo: Arabia Saudita
ya no vende la mayor parte de su petróleo a Estados Unidos sino a China;
Estados Unidos revierten su aguda dependencia; China y Rusia firmaron un mega
acuerdo gasero por 700.000 millones de dólares a pagar en yuanes, con lo que
China se asegura una fuente de suministro y Rusia deja de depender del mercado
europeo; Arabia Saudita es ya el sexto consumidor de petróleo del mundo (pasó
de 1,4 a tres millones de barriles diarios de 2001 a 2013) con lo que menguan
los excedentes exportables del primer productor; lo mismo sucede con Rusia,
segundo productor.
Una vez más, China es el gran ganador (tanto por el acuerdo con Rusia
como por el petróleo a bajo precio), mientras la Unión Europea está en serias
dificultades, ya que los suministros rusos no son seguros y la promesa de
Washington de venderle gas de esquisto es, apenas, una promesa.
Dos hechos convergen: una nueva geopolítica del petróleo y la crisis de
la propia industria. “La industria del petróleo se salvó gracias al
petróleo de esquisto, pero se perderá también a causa del petróleo de esquisto”,
estima el boletín mensual del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (Geab 89,
17 de noviembre de 2014). La crisis del mercado se puede visualizar en una
gráfica donde aparecen las inversiones y la producción. Hasta 2006 el aumento
de las inversiones provocaba aumentos en la producción. A partir de ese
momento, ambas líneas se acercan hasta cruzarse en 2010: la producción de las
once principales compañías cae drásticamente a pesar de que las inversiones siguen
creciendo.
Las grandes empresas petroleras están endeudadas y empiezan a vender sus
activos. Pero la crisis afecta de modo muy particular a las explotaciones de
esquisto, ya que “corren el riesgo de no ser rentables si el precio del
barril se instala debajo de 80 dólares a largo plazo”, señala el Geab.
A las dificultades sobre la rentabilidad deben sumarse las críticas y protestas
por la contaminación que produce. Algunas publicaciones especializadas apuntan
una desaceleración de las perforaciones.
Hay quienes aseguran que se trata de un espejismo, ya que la producción
de petróleo y gas no convencionales crecen de forma abrupta, pero tienden a
bajar en la misma forma y a corto plazo. “Las estimaciones más optimistas
pronostican el aumento o la producción constante hasta 2020 (solamente); otros
creen que es probable una caída desde 2016”, insiste el Geab.
Al parecer es Arabia Saudita, el país más afectado por el petróleo de esquisto,
quien está detrás de la caída de los precios como forma de desestimular a la
industria no convencional.
La ley del
más fuerte
El relatorio de la empresa Sanford C Bernstein & Co. del mes pasado,
establece que Arabia Saudita, Irán e Irak “pueden mantener la
producción con un barril a 30 dólares, en tanto algunos productores
estadounidenses necesitan un precio superior a los 80 dólares” (Valor,
28 de noviembre de 2014). La Agencia Internacional de Energía sostiene que el
costo de producción de petróleo de esos países oscila en torno a los 10 o 20
dólares el barril, mientras el no convencional tiene costos superiores a los 70
u 80 dólares.
En la misma dirección, el vicepresidente de la rusa Lukoil está
convencido que la actual política de la OPEP de dejar caer los
precios, va a quebrar la industria de esquisto de los Estados Unidos y que los
precios volverán a subir “en 2016, cuando la OPEP complete su
objetivo de limpiar el mercado marginal estadounidense”. Si esto fuera así,
se entienden algunos de las interferencias que está sufriendo la estrategia
estadounidense en Medio Oriente.
Sin embargo, los analistas del mayor banco de Noruega, el dnb asa,
recuerdan que buena parte de la producción de los Estados Unidos puede
mantenerse incluso con un barril a 42 dólares, en tanto Goldman Sachs aseguró
que los precios van a caer aún más, “hasta que aparezcan evidencias de
desaceleración de la producción en Estados Unidos”, que podría volver a
sumar un millón de barriles diarios en 2015 (Valor, 28 de noviembre de
2014). Estamos ante una guerra de precios, comercial y de estrategias, que está
terminando de desregular el mercado petrolero.
Es en este punto donde se cruzan las principales dificultades. Si la
arquitectura de la gobernanza energética cruje, como el sistema todo, el
problema es que no se adivinan las nuevas vigas maestras que apuntalen un nuevo
sistema. El petrodólar, que conformaba el núcleo de esa arquitectura desde
1973, basado en la alianza que Estados Unidos y Arabia Saudita establecieron en
1945 al finalizar la segunda guerra mundial, se está desmoronando a una
velocidad increíble.
“En un sistema desregulado de acceso a los recursos energéticos”, concluye el Geab,“prevalece la ley del más fuerte”.
Los que más sufren, son los que no producen petróleo ni gas, como Europa, y los
que no tienen poder militar para imponer su voluntad. Una vez más, la alianza
Rusia-China cuenta con los dos factores decisivos, a lo que puede sumarse la
creciente asociación de intereses entre chinos y saudíes.
Según los analistas, estaríamos cerca de un shock en el mercado del
petróleo, con efecto dominó sobre las bolsas de valores de todo el mundo. Esta
vez el epicentro de la futura crisis no sería el sector inmobiliario ni el
bancario, sino el energético. No debemos olvidar que el orden mundial nacido en
la segunda posguerra mundial, tuvo en el petróleo el nudo gordiano que está
empezando a desatarse.
- Raúl
Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha
y La Jornada. Integrante del Consejo de ALAI.
Notas
(1)
“Statistical Review of World Energy 2014”, publicado por BP, ex British
Petroleum, enwww.bp.com La diferencia
entre producción y consumo se deben a cambios en las existencias, consumo de
aditivos y combustibles de sustitución.
(2)
Petróleo y gas no convencional, de esquisto o shale en inglés,
obtenido mediante el método de fractura hidráulica o fracking, por
el que se rompen rocas que liberan gas a miles de metros de profundidad.
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