Domingo, 24 Mayo 2015 06:00
Asdrúbal Baptista: No hay arreglo social en Venezuela que no pase por el petróleo Featured
El hombre que más sabe de petróleo en Venezuela lamenta que se haya perdido la última bonanza en satisfacer el consumo creciente de la gente y no en un plan nacional de desarrollo para todos. El problema no es importar, dice, sino qué es lo que se debe importar
Héctor Bujanda.- Asdrúbal Baptista permanece, después de 31 años de docencia, habitando las aulas del IESA con la misma mirada despierta y exigente de aquellos años 80, cuando inició sus novedosas investigaciones sobre el papel que juega el petróleo en la economía venezolana.
En esos bastiones se consagró a la tarea de descifrar, con una lucidez sin precedentes, la naturaleza del colapso económico que se produjo a finales de los años 70 y su letal combinación con la devaluación del Viernes Negro, un coctel que terminó por derrumbar 60 años de estabilidad en Venezuela.
Sin embargo, Asdrúbal Baptista es mucho más que un economista. Su obra es consultada en las mejores universidades del mundo, por los rigurosos aportes hechos a la teoría del capitalismo rentístico, y su visión de la economía no admite celdas, de manera que está imbricada con la historia, la política, la filosofía y la cultura.
¿De qué va hablar Asdrúbal Baptista que no sea de petróleo, de nuestros cíclicos derrumbes y de la posibilidad de utilizarlo, algún día, adecuadamente para bien de todo el país?
Llegó a ser incluso ministro de Cordiplan por 90 días, durante el segundo gobierno de Caldera, momento en que apostó, en nombre del futuro, a recuperar “una nación que no tenía dolientes”.
El próximo 15 de julio presentará una actualización de las Bases Cuantitativas de la Economía Venezolana (1925-2012), una monumental empresa que Baptista desarrolla desde hace varias décadas y que le ha permitido leer al país desde sus cifras menos redondas.
De los resultados del estudio nos regala un adelanto que tiene consecuencias para toda la entrevista. En el año 2008, el de máxima bonanza en el ciclo de gobierno del chavismo, la renta petrolera fue de 1.698 dólares por habitante.
¿Qué significa eso? “Si divides 1.698 dólares entre 4, que es lo que cuesta internacionalmente una hamburguesa de McDonalds, te darás cuenta que puedes usar ese dinero para que cada habitante compre al año 425 hamburguesas, poco más de una por día. En eso, en líneas generales, se ha ido el excedente petrolero de los últimos años. Lamentablemente, una cosa es el crecimiento y otra el desarrollo”.
Foto: Will Riera.
-Usted tipificó los efectos de la crisis de los años 80 y 90 como un colapso de nuestro capitalismo rentístico. ¿Estamos padeciendo un nuevo colapso? ¿Cómo describir lo que ocurre?
-En los largos 200 años de vida republicana que tiene Venezuela, puedes encontrarte con dos grandes momentos. Uno que antecede la emergencia económica del petróleo y otro que sigue a esa emergencia. Por decir una referencia histórica: el período que va desde 1920 hasta 1980. Si interpretas ese período con una variable, la del nivel de vida, o con el conjunto de variables que son decisivas para la comprensión de lo económico, si se quiere describir el crecimiento y el desarrollo, tú verás que hay unos 60 años de ascenso vertiginoso. Se le pueden poner otros calificativos para describirlo, pero sencillamente es de un ascenso vertiginoso y aquello, de pronto, se detiene.
-¿1979?, ¿1980?
-No es cuestión de ponerle fecha exacta. El peligro de hablar de un año en específico lleva implícita la tentación de asociarlo con un responsable en particular o con el final de un régimen, que es siempre una forma superficial de ver las cosas. Digamos, todo ocurre a finales de los años 70, que es cuando se despeña la línea de ascenso. Esto significa que la variable del nivel de vida del país, que se mantuvo en ascenso durante 60 años, se detiene para darle paso a otro proceso.
Hay dos grandes preguntas para entender esta dinámica. La primera es sobre el corte de tiempos: de la Venezuela previa a la aparición del petróleo, a la Venezuela ya petrolera. Allí hay un cúmulo de cosas por pensar y reflexionar, que nunca serán superfluas. Pero luego viene la segunda, que tiene que ver con el final de esa larga onda que sostuvo el crecimiento de Venezuela durante 60 años. Y ahí la pregunta sobresale por el poder elemental que tiene en su interior. Lamentablemente, nunca hemos tomado definitiva conciencia, ni histórica, ni en el resto de los órdenes, para enfrentar el desafío que eso implica para el presente.
Con relación a la primera, yo tendría que decir algo como esto: la lucha política más menuda terminó por acallar, para los fines de la conciencia nacional, el gran logro que significaron aquellos 60 años. Es decir, tomo la frase de un celebérrimo foro que hubo en la Universidad Católica, en el año 1965, para evaluar justamente las cuatro o cinco décadas previas que había vivido el país. Y la frase fue más o menos ésta: “todo ha sido un fracaso”.
-¿Una disociación entre el juicio y la realidad de ese período?
-¿Cómo puede haber una discrepancia tan profunda entre lo que, a ojos vista, era la realidad más patente y lo que el pensamiento termina por admitir como realidad? No puedo dejar de repetirlo: la lucha política más menuda, y por menuda quiero decir más insignificante, se las apaña con inmenso éxito para cubrir, con un manto de olvido, o peor, de inexistencia, los logros de aquellos años. La gran lucha de Acción Democrática fue a acabar con lo que dejó Medina Angarita en lo ideológico. Porque el gran logro que muestran esos 60 años tienen que ver con lo hecho en esos dos o tres años de gobierno de Medina. Y cuando digo Medina, no es por reivindicar un nombre sino una estructura que había en torno a estas circunstancias.
.¿El medinismo, la negación del siglo XX?
-Me refiero al medinismo como el conjunto de expresiones de una fuerza. Lamentablemente, nuestra manera tan idiosincrática de ser, siempre apunta a identificar esa fuerza con un hombre de carne y hueso, que en la gran mayoría de las circunstancias es una severa distorsión. Lo cierto es que allí comienza, efectivamente, el largo período de ascenso que el país vivió. El período, dicho sea de paso, en el cual aún estamos inmersos, en el que el Estado, bien en nombre de la Nación o como Gobierno, planta con algún grado de firmeza el hecho central de la vida económica del país, al mantenerse como propietario del recurso petrolero.
Hasta ese momento había sólo afirmaciones circunstanciales: dos líneas en las memorias del Ministro de Fomento, una afirmación de otro hombre como Vicente Lecuna, algunas frases afortunadas, por aquí o por allá, de Don Manuel Egaña. Pero en esos años se plasma la realidad de que el Estado reclama ser propietario de algo que le interesa al mercado mundial. Una propiedad sobre un objeto que no ha dejado nunca de estar en disputa, porque el mercado mundial no admite las propiedades nacionales, admite sólo las privadas. Desde nuestra perspectiva, el meollo de todo el asunto histórico que define a Venezuela es el de un Estado propietario a quien el mercado mundial no reconoce.
Esta fuerte contradicción que aquí se produce es una razón de poderoso movimiento. Pero el planteamiento inicial está allí en los años del medinismo, así que ese es el inmenso logro.
¿AD hizo un esfuerzo por enterrar el mérito del medinismo?
-Se empezó a decir del medinismo “que iba a dar concesiones” y “nosotros irrumpimos contra aquello”. Es decir, eso significa ir contra la cáscara. El problema no eran las concesiones. En ese tiempo ya eran patentes ciertas circunstancias: la Segunda Guerra Mundial, irrumpe la emergencia clara del petróleo como la gran fuente de movimiento de la economía mundial. Es decir, se juntan muchas cosas y Venezuela está impotente y espectadora ante ese paisaje. Y, por tanto, actúa dentro de sus limitadísimas posibilidades.
-¿Estamos hablando de una generación temprana que entendió la complejidad del hecho petrolero?
-Se juntan muchas cosas, pero la fuerza originaria venía de afuera. Lo digo no para desacreditar nuestro mérito, pero parte de la madurez de un país, de su gente, la madurez personal, implica caer en cuenta que hay límites para la acción individual. Lo cierto es que ese tiempo es un tiempo fundacional. Y todo lo demás, lo posterior, va a terminar por ser reacción o contra-reacción. Desde luego, parte del motivo político que animó a Acción Democrática fue negar aquello, pero hacerlo significaba negar todo lo que había acompañado el asunto. Es decir, la explosión productiva que para el país significó la presencia de capitales petroleros, sin parangón hasta entonces.
-¿Lo que adquirió forma con la Ley de Hidrocarburos de 1943?
-Una estructura inmóvil, como lo era la sociedad venezolana, en términos de sus capacidades productivas, un buen día tiene una explosión en su interior que termina alargándose durante 60 años continuos de extracción. Eso es lo que no se le reconoce al medinismo y, por tanto, predomina el “se entregó el país al capital extranjero”. Todo aquello se adueña del espíritu político, del espíritu científico y termina entonces acallando lo que fue la historia más viva que el país pudo tener, y más exitosa, en muchos sentidos.
Venezuela era un país rural en 1920. En los 60 ya es un país casi urbanizado. Si tú le añades al gran logro de Acción Democrática, que fue negar el medinismo, el gran logro de la presente ideología dominante, que es negar también aquello, pues tienes, entonces, dos capas de concreto gigantescas sobre la historia de Venezuela. ¿Cómo las levantas?
Foto: Will Riera
-¿Este siglo se ha levantado negando el siglo XX?
-Es como si viviéramos no solamente negándolo, sino admitiendo que no ha debido existir, que es una aseveración mucho más radical. La pregunta necesaria entonces es ¿qué sucedió? El país estaba nadando en recursos, se nacionalizó el petróleo y presuntamente se había cumplido un anhelo. Anda tú a saber si eso era un anhelo. El hecho es que en medio de un país nadando en petróleo, se produce una caída. Como si el fuelle se hubiera extenuado.
-¿Una caída de la inversión pública?
-De la inversión en general. De allí que yo utilizara la palabra “colapso”, y la utilicé con la conciencia de que es una palabra polisémica y por lo tanto corría el riesgo de que se me perdiera el verdadero sentido. Pero bueno, lo hice por allá en los años 80 y lo reiteré en 1997, cuando salió mi libro Teoría Económica del Capitalismo Rentístico. La palabra “colapso” no era una cosa distinta al entrabamiento de los circuitos primordiales de la acumulación de capital, que es el corazón de la dinámica capitalista. El fenómeno no se produjo por malas intenciones, no “es que se robaron los reales”. Los mecanismos estaban entrabados y eso se manifestó en que la inversión se vino en picada.
-¿Había mucho dinero pero se gastaba en demandas sociales, institucionales y burocráticas, y eso mermó la capacidad de inversión del Estado?
-A finales de los años 70, el acontecimiento económico es de otra índole. Esos componentes que mencionas estaban presentes pero no eran determinantes. Simplemente, todo concluye en la mitad del auge, con un mercado doméstico que había crecido enormemente, con unas posibilidades económicas de aprovechamiento de la acumulación. Todo termina en que aquello no tiene salida al mercado. No tiene salida y esto, circunstancialmente, coincide con el colapso cambiario del año 1983, que rompe con 50 años de estabilidad monetaria.
Se contó la historia, entonces, de que hubo un “festincito” a cuenta del régimen cambiario. Que es la manera como nos sacudimos siempre el asunto, por el lado del festín y del aprovechamiento. Nunca le quitaría importancia, obviamente la tiene. Pero mi tema es ver lo que esto significó, cuáles fueron las consecuencias y tratar entonces, a partir de allí, de engranar el problema con el tema cambiario, que nunca había estado así. Aquella cuestión provocó naturales desarreglos, pero aún quedaba en Venezuela una inmensa capacidad acumulada para producir. Ese es el meollo de aquel colapso. No se invierte porque ya se invirtió. Y hay muchísimo que aprovechar, pero no había posibilidad de aprovecharlo.
Es una mescolanza de efectos que termina entonces produciendo que la inversión, en un momento dado, se paralice. Y empieza a caer, junto con un salario real que había sido fuente primordial de la demanda. Y todo aquello, a la postre, se manifiesta en que la economía deja de expandirse porque los circuitos están entrabados. Eso es lo que se ve a finales de los años 80 y lo que me lleva a asumir la muy circunstancial posición política que tuve. Desde luego, aquello se veía y al mismo tiempo no se veía. Mi muy dolorosa experiencia es que no se veía. Y todo eso tiene manifestaciones que te las puedo poner muy gráficamente: Venezuela tenía, a finales de los 80 y mediados de los 90, el doble de capacidad para generar electricidad de la que el país requería. La acumulación de capitales, para generar electricidad, fue de tal magnitud que uno no puede sino quedarse perplejo. Eso se repitió en todo el espectro de la vida productiva del país.
-¿Pero la sociedad no podía acompañar ese proceso por su bajo nivel de consumo?
-Todo aquello era capacidad por aprovechar. La salida al mercado externo hubiera podido ser una opción. Es decir: ¿estas capacidades por qué no se desahogan hacia afuera?
-¿Con el contexto actual de integración regional, se habría avanzado?
-Por supuesto. En aquel momento teníamos posibilidades de aprovechamiento y no se aprovecharon. Y para hacer las cosas aún más complicadas, buena parte de ese capital acumulado, esencialmente privado, termina haciéndose obsoleto muy pronto, por la onda tecnológica tan poderosa que termina dominando el mercado mundial. Es un cúmulo de hechos que provocan una situación muy difícil de vencer.
-¿Por qué el ajuste económico, en esas circunstancias, no se hizo adecuadamente, a pesar que había una nueva generación de economistas en el poder, con otra mentalidad y otras premisas?
-Ese fue el gran tema que me llevó a una posición circunstancial de gobierno. ¿Qué termina, como elemento de juicio, faltando en estos esquemas que se incorporan y que están llenos de una vitalidad propia de la que el mercado mundial trae consigo? ¿Qué no estaba presente en los nuevos enfoques? El petróleo. El petróleo no forma parte de estos nuevos arreglos que van ocurriendo en esos años. La dinámica del petróleo, desde la nacionalización hasta muy avanzado el tiempo, más allá de las afirmaciones usuales, con tono exhortatorio, con esas consignas del tipo “somos la mayor empresa del mundo”, no termina de generar una práctica política ajustada a su dinámica, no la tuvimos.
Con los lineamientos del Gran Viraje, el programa de gobierno del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, y que se le entregan al país en 1989, habría que preguntarse ¿dónde está el petróleo? No lo vas a conseguir, como si no fuera importante.
-¿Como si el ímpetu por establecer nuevas reglas adaptadas a las demandas del mercado mundial, de apertura, de competitividad, de economía privada pudiese concebirse sin una adecuada estrategia petrolera?
-El mercado mundial está presente aquí, nunca ha dejado de estarlo, a cuenta del petróleo. No es por lo privado, olvídate de eso.
-¿Un olvido premeditado?
-No, tampoco. Estas cosas tan importantes no se pueden premeditar.
-Entonces, ¿qué ocurrió?
-Aquí no han existido segundas intenciones. Se trata de fuerzas históricas, llamarlas así no es por el interés de querer objetivizarlas. Eso tiene su explicación. El mercado mundial tiene interés en Venezuela y tiene que tenerlo porque Venezuela es poseedora de un objeto que a él le interesa. Y al reclamar Venezuela que eso es de ella, con la nacionalización, nos está poniendo una barrera para surtir con fluidez. De manera que, o nosotros, con mucha fuerza, aclaramos esto, desde la posición que ocupamos, o simplemente estamos ignorando lo fundamental de nuestra realidad.
Foto: Will Riera.
-¿Eso tuvo unas consecuencias?
-Bueno, a fin de cuentas, decisivas. Los últimos años son incomprensibles al margen de haberse ignorado aquello.
-¿Con consecuencias para los arreglos sociales que se produjeron a partir de 1999?
-Obviamente. Y si yo tuviera, porque es inevitable hablar de estos años, que resumir en algunas pocas ideas, las dominantes, lo que han significado, yo diría que el grado de conciencia colectiva en relación con la importancia del petróleo es hoy muchísimo mayor de lo que era hace veinte años.
Tú dirás, “eso es muy poca cosa”. No. En la vida histórica de los pueblos, las “pocas cosas” terminan siendo muy importantes. De manera que cualquier arreglo que el país tenga hacia adelante, inevitablemente, no puede separarse del tema petrolero, como no debió separarse nunca.
-Sin embargo hay grandes esfuerzos intelectuales que, ante el presente de los nuevos arreglos sociales, ha optado por intentar restaurar el pasado.
-Volver al pasado, como muy bien lo planteas, pero viéndolo como un pasado idílico, es una reacción quizás de la misma naturaleza que la reacción de negar todo los grandes logros del siglo XX, como ha hecho la ideología dominante. Porque idílico nunca fue, las contradicciones eran poderosísimas, muy vivas. Estaban acalladas, las circunstancias lo permitían, había arreglos que acallaban las contradicciones, pero allí estaban.
El petróleo se nacionaliza en 1976. ¿Estuvo eso en la campaña electoral de Carlos Andrés Pérez? Yo le diría a cualquiera de los que están en eso de restaurar el pasado: “revise usted estrictamente la prensa de la época, métase en los noticieros periodísticos que daban información de todo aquello, lea los programas de gobierno. Ese no era un tema.
-¿La nacionalización fue un conejo que se sacaron del sombrero?
-Eso no lo tenía el país planteado. La distancia temporal es tan breve entre aquello y esto, que decir que eso pasó hace 40 años es no tener conciencia de cuáles son las dimensiones históricas que, en última instancia, mueven a los pueblos. No estaba el tema para la discusión, como si la nacionalización hubiera, sencillamente, sobrevenido. Como si hubiera ocurrido al margen de la voluntad del pueblo.
-¿Se acaban, con la nacionalización, las tensiones entre el mercado mundial y el estado nacional?
-Nada que ver. Lamentablemente, estas tensiones están presentes en cada intersticio de la vida del país. De las maneras más complejas, más enrevesadas. Porque los verdaderos disparos no son nunca de frente: son disparos que vienen de alguien que está ingeniándoselas para que la bala tenga un movimiento circular.
-¿En los asuntos del petróleo bueno es el “western espagueti”?
-Así es. Voy a contar una anécdota: yo volvía en el avión con el presidente Caldera de la Asamblea de Fedecámaras, que se celebró en julio de 1993, en Maracaibo. Estábamos en plena campaña electoral. La conversación se tornó jovial, hablábamos con cierto grado de confianza. En algún momento dado, el diálogo se desvió hacia el petróleo ¿de qué otra cosa puedo yo hablar si no es de petróleo? Y el presidente Caldera me sugiere ”ya veremos qué hacemos con el petróleo, pero eso no es lo decisivo, Asdrúbal”.
-¿Cuántos meses estuvo como ministro de Cordiplan?
-Yo duré tres meses.
-Caramba.
-Rápidamente me di cuenta de que ahí no cabía. Para mí, el diálogo en ese avión, que había ocurrido meses antes de que ganara las elecciones el presidente Caldera, fue el supremo pitazo. El petróleo, a decir verdad, no estuvo presente en los años 80 ni a comienzos de los 90. No estuvo presente durante el gobierno de Caldera, tampoco cuando el Presidente Chávez llega al poder. Se le hace presente el asunto entre 2002 y 2003, y eso marca en muchos sentidos lo que será su propio gobierno.
-¿Hasta que se inició el alza de los precios?
-También subió de precio en 1957 y subió, muy importante, en el año 1964, pero cayó brutalmente en 1986, porque así como sube, el petróleo baja. Para nosotros el petróleo siempre ha sido algo como que estuviera al margen. Resulta que ya no puede estar al margen.
-Hace un momento dijo que sabemos hoy más de petróleo que hace veinte años. ¿Eso nos hace mejores para enfrentar lo que viene?
-Yo no sé si sabemos más. Pero sabemos, que ya es mucho, que el petróleo está ahí y no va a dejar de estarlo. Y que el petróleo tiene consecuencias. Es decir, cada uno de estos varados venezolanos que se fueron al extranjero con su tarjeta de crédito, pensando que iban a volver, saben que están varados no por ninguna mala voluntad de alguien que los mandó afuera para que pasaran el mal rato. Están varados porque hay algo que está vinculado, por muy complejo que sea, al tema petrolero que desemboca en que tu tarjeta de crédito sirva o no sirva en el exterior.
Déjame acompañarte esta reflexión con otra anécdota. Yo entré al IESA en el año 1984, en pleno colapso cambiario, que fue un auténtico terremoto. Eso sí fue un mazazo en el sentido pleno de la palabra. Cincuenta años de absoluta estabilidad se hicieron añicos. Bueno, yo entro al IESA el 15 de abril. Mi entrada coincidió con una conferencia que me tocó dar en el auditorio.
¿De qué podía yo hablar que no fuera de petróleo y de los desequilibrios existentes en el país? Lo cierto es que termina aquello y subo al despacho del director académico de entonces, Moisés Naím, que estaba comenzando a dar sus primeros pasos en el nuevo IESA y ya su talento y su visión, para qué ponderarlo, estaban presentes. Pero me hizo una pregunta paralela exactamente a la que me hizo Rafael Caldera, diez años después: “¿Por qué hablaste de petróleo?” (Risas)
Foto: Will Riera.
-El chavismo tuvo también su bonanza
-Más allá de las comparaciones, lo cierto es que estos años fueron de inmensos recursos. El petróleo llegó a estar en 150 dólares el barril, el 14 de julio de 2008. ¿No te da una idea? Había estado en 1,69 en 1968, el precio más bajo en la historia. ¿Pero se tiene el petróleo colocado en toda su multidimensionalidad? Que es económica, obviamente, pero también política, porque eso determina las relaciones del Estado con los ciudadanos, o determina en gran medida el excedente nacional y, obviamente, todo se traduce en un arreglo social.
En las complejísimas circunstancias de hoy, preguntarse por el país y sus próximos años, es preguntarse por los arreglos que se hacen con el petróleo.
-Los arreglos sociales que produce la renta petrolera
-La palabra renta yo no la he vuelto a utilizar. Yo la usé y de repente se te va de las manos, de manera que, a cuenta de la riquísima polisemia que ella lleva consigo, pues hoy se usa en expresiones con las cuales no me siento para nada cómodo.
Esta palabra, treinta años después de utilizarla, termina en los usos normales de la vida social, en apelaciones como “hay que superar el rentismo”. El rentismo termina siendo entonces una actitud que se aprecia como inadecuada, como impropia, no cónsona ni calzante con lo que debieran ser las cosas: como la negación del deber ser. No puedo repetir una definición de esta naturaleza porque no tiene sentido.
¿Qué es la renta? La remuneración que, como propietario de un medio de producción no producido, de un recurso natural, se obtiene por el hecho mismo de su propiedad. Es el ejercicio nulo y simple de la propiedad. Tú le cobras al mercado mundial por esto. Para ir al punto: el mercado mundial te lo paga, te lo paga en capacidad de compra mundial. ¿Y en qué se expresa la capacidad de compra del mercado mundial? Visto con ojos nacionales: en la capacidad de importar. No hay otra cosa qué hacer. Otra pregunta sería ¿qué se va a importar? ¿Qué se puede hacer con la renta internacional del petróleo?
-Ya lo dijo, importar.
-Nada más.
-¿Por qué?
-Porque la renta es capacidad de compra internacional.
-¿Es tan difícil hacer un programa económico que en vez de exacerbar la importación, y con ello satisfacer las demandas de consumo de la población, también promueva la producción nacional?
-Entonces importas maquinarias, tecnología o importas sabios, pero tienes que importar. No hay manera, sin importar. Puedes hacer la segunda cosa: “Yo no importo bienes, importo papeles de negocios” y todo lo dejas afuera. Estás importando de todas formas. Es que no hay opción para una economía rentista sino importar. De manera que toda política económica comienza con la aceptación de esta premisa de las premisas.
-El ciclo del chavismo se ha basado en esa premisa. Utilizar la renta para importar y materializar, de esa forma, una idea de redistribución económica. ¿Qué hubiera importado, si le habría tocado ser el Ministro de Planificación de Chávez?
-Me estas planteando dos preguntas y me voy a quedar con la primera. Igual fue el auge de Pérez Jiménez, ¡cómo crecieron las importaciones! Mira el auge de Carlos Andrés Pérez y también en ese momento crecieron las importaciones. El auge de López Contreras, ¡cómo crecieron! La renta internacional del petróleo, encausada en la propiedad que el Estado o la nación establece sobre un recurso natural, no es otra cosa distinta que un derecho a importar. Punto. Esto es incontrovertible.
¿Qué debemos importar? Ese es otro asunto. Ahí entramos entonces en temas como: ¿tú vas a distribuir esa renta? ¿Cómo lo vas a hacer? ¿Tú vas a dejar esa renta para futuras generaciones o la vas a utilizar para el presente? ¿Tú la vas a utilizar en la creación de bienes colectivos o vas a incitar el uso individual de la renta? Es un abanico de preguntas que surgen de la primera. Dejemos eso para otra oportunidad.
-¿No cree que debo preguntarle por su balance de todo esto?
-No hay duda que este gobierno puso su acento en la distribución popular de la renta. A diferencia de los gobiernos de los 80 y de los 90. Pero eso pasa por el espinosísimo tema de la tasa de cambio. Una expresión de la orientación popular de la distribución de la renta es el dislocamiento de la tasa de cambio.
-Haberla mantenido sobrevaluada
-Largamente. Tan largamente, que finalmente pierdes todo norte, toda posibilidad de equilibrio. Pero aquí ha habido controles de cambio. Un control en los 60, otro entre 1983 y 1989, uno entre 1994-1998. Déjame tomar los tres casos. 1960-1964: entre el tipo de cambio libre y el tipo de cambio controlado, la diferencia era 1,60 a 1. En tiempos de Lusinchi, eso llegó a ser 2 a 1. Lo mismo cuando Caldera: 440 bolívares el libre y 240 el oficial.
El control de cambio actual se fue de los límites conocidos. No hay duda, se le puso un acento a la distribución popular. Y digo “popular” en el sentido de que quienes usufructuaban la renta eran todas las personas que tenían acceso a bienes importados o viajaban. No estoy describiendo lo popular como “los otros”, porque allí participábamos todos.
-La clase media, la clase alta, el viaje, el cupo Cadivi…
-Absolutamente. Pero el grado en que eso se hizo llegó a un punto en el cual las discrepancias que te he puesto de manifiesto, simplemente, se hicieron añicos. Es la perplejidad: cuando tú dices que hay mercancías que se pagan a 6,30 o a 11 bolívares y mercancías que se van a pagar a 400, tú me dirás de qué estamos hablando.
Foto: Will Riera.
-¿Cree usted que PDVSA, siendo la savia de la economía, debe dedicarse a producir alimentos, viviendas, casas?
-En la misma pregunta está la respuesta. Eso es definición política del petróleo. Sobre eso hay que políticamente discernir. Y desde luego, hay una pregunta sobre ésta, que mucha gente tiene planteada en sus mentes, pero no la verbaliza quizá porque no tiene las herramientas conceptuales para hacerla, más allá de una noción vaga: ¿debe ser el petróleo del Estado, o debe ser un bien libre, que el mercado mundial aproveche?
-¿Su perspectiva en este caso?
-El mercado mundial no duerme. Los venezolanos dormimos.
-Una cosa es redistribuir masivamente la renta y otra construir el socialismo reorientando medios y fuerzas productivas.
-Una cosa es el crecimiento económico y otra el desarrollo económico. El desarrollo le pertenece a la sociedad, el crecimiento le pertenece a cada individuo. Es decir, el crecimiento supone facilidades materiales, elementos que facilitan la vida, que la hacen más llevadera. El desarrollo es un resultado colectivo, social.
Yo logro ver, en los grandes lineamientos del gobierno, un énfasis en poner atención al desarrollo de la sociedad. Terminó todo, quizás no todo, terminó buena parte del esfuerzo del desarrollo en crecer, y aquí es donde el petróleo entraba. ¿Dónde y cuándo divergieron los caminos? No importa. Ya el país creció, no dejó de desarrollarse, pero el desarrollo es un determinado desarrollo, porque estaba prefigurado, en su interior, por profundas desarmonías.
El excedente del petróleo, el excedente rentístico, no lo generamos los venezolanos. Lo cobramos con cargo a la propiedad. Entonces, la propiedad sobre el recurso es una idea que está ausente. Ausente en los unos y ausente en los otros. En los más y en los menos. Esta relación que pone el excedente en el mercado mundial, con cargo a un hecho nacional, es de una complejidad. Y, sin embargo, lo que no está claro en las técnicas políticas de ocasión, es cómo utilizar el excedente como punto de partida.
-¿Se pretende usarlo para construir el socialismo?
-Esa dinámica no puede sino partir de un punto que hoy es el que tenemos. Ese excedente es internacional y capitalista. De modo que tú vas a hacer algo, si está en tú mente, que es transformar un excedente capitalista en un ingreso no capitalista. Entonces me tendrás que decir cómo lo vas a hacer, para yo poder entenderlo. Porque yo vivo de la realidad y de lo que ella me nutre. Mis prédicas y fantasías, gozos y delirios políticos me los callo. Les concedo toda la importancia, y quizás hago mal en llamarlos delirios, pero necesito mantener mis pies sobre la tierra.
-¿El socialismo, entonces, es un delirio?
-Yo no lo entiendo. Es decir, ahí hay un camino que no se ha trillado, pero que no significa que no existe. Tienes que tener conciencia del grado de contradicción que esa idea tiene. Es decir, el ingreso es naturalmente capitalista. Allí viene el cúmulo de problemas que surgen por plantear esto en ese terreno. La naturaleza del ingreso rentístico ya, de suyo, se afectaría si en lugar de hacer bienes privados a los cuales se los haga equivalentes en esa capacidad de importar, sean esencialmente bienes públicos.
-¿El proyecto parte de un gigantesco malentendido?
-Hay un malentendido desde el comienzo. Tú tienes que generar la renta, tienes que generar excedentes nacionales y ahora socialistas para que funcione la dinámica.
-¿Y eso cómo se logra?
-Tengo que esperar a que suceda para poder decirlo.
-¿El país está para esperar ese momento?
-No lo sé. El modelo se agotó hace muchísimos años. El rentismo en esta sociedad se agotó. Para mí, eso no es una novedad. Lo que sucede es que a uno se le mezclan, inevitablemente, los lapsos personales con los históricos. Cuarenta o cincuenta años no es nada en la vida de un país.
-¿Esto se debate?
-El grado de polémica sobre el país y su destino es de una animosidad tal, que estamos atrapados en el mismo meollo. Es decir, el desarrollo es una cosa. La renta sirve para el desarrollo. La renta, hoy, no sirve para el crecimiento. Cuando yo hablo de colapso, estoy hablando de lo económico, en el sentido del crecimiento: si algo ha puesto de manifiesto la renta, en estos años, es la posibilidad del desarrollo. Tenemos, entonces, que definir. ¿Esto va a ser un desarrollo parcial, para unos? ¿Los otros quedarán excluidos, porque simplemente son mis enemigos? ¿No hago nuevas autopistas porque por ahí van los carros de los ricos?
Nosotros, con la renta del petróleo, no vamos a tener fuerza para crecer. Pero el desarrollo es otra cosa, porque entra en los fines de la naturaleza cualitativa y política: allí la renta tiene un enorme peso porque es un punto de partida que no toda sociedad tiene.
-¿Llegó el momento de pensar en un desarrollo compartido?
-Por primera vez podemos aprovechar el petróleo, tenemos una masa gigantesca de recursos, pero no es para crecer. Es para desarrollarlo.
-¿En qué punto de la escala estamos?
-Este es un país muy desarrollado.
-¿Si?
-¡Pero, por favor! Muy desarrollado, tú vas a otras sociedades y te das cuenta que aquí hay desarrollo. Ha habido desarrollo. Es que todo eso es parte de la tragedia de la negación del pasado, por eso la herencia del desarrollo no la podemos cosechar. Y la necesitamos cosechar. Para eso tienes que hablar de lo grande que fue el gobierno de Juan Vicente Gómez, que centralizó el poder político. No hay desarrollo, si el poder político no está centralizado. El grado de urbanización que significó la incorporación del país a patrones de vida modernos, en el período de Pérez Jiménez, terminó por destilar desarrollo. Pero entonces, se ha tratado de arrancar desde cero.
-En la Faja del Orinoco estarán las mayores reservas del mundo, pero hasta ahora no se ven los dividendos. ¿El esquema de las alianzas funciona?
- Venezuela sola, no puede. Fíjate, una idea que no te la he mencionado e importa como ninguna, porque, en última instancia, es una herencia funesta del “rentismo” en su peor condición. El venezolano promedio no tiene ninguna idea de que sacar el petróleo cuesta. Hay un costo asociado a cada barril. De eso no se tiene idea. Ya eso sería una tarea tremenda, de educación formal. Siempre hablamos de lo que nos va a dar el petróleo, muy bien, una forma de escabullir la realidad. Pero a la hora de la chiquita, cuesta. ¿Cómo afrontamos eso? Porque los recursos que vamos a meter allí, quizás, se lo estás quitando al desarrollo social.
-Hay una estimación de que 60% del financiamiento de los chinos a Venezuela ha ido a parar a la Faja.
-Es posible que sí.
-Es decir, que hasta el Fondo Chino ha ido a parar al lugar que demanda el mercado mundial.
-El petróleo cuesta, y va a costar cada vez más. Nosotros tenemos la necesidad imperativa de tener una conciencia cabal sobre su potencial. No la tenemos.
-¿Podemos hablar de un legado del chavismo?
-No hay mayor legado que un pasado pueda dejar, que unas buenas preguntas. Eso es lo que hace inmenso a Aristóteles. Eso es lo que hace gigantesco a Hegel. Eso es lo que nos obliga, a los que venimos atrás, a decir, caramba, Heidegger nos atiborró de preguntas. ¿Cuáles son las grandes preguntas que para todos los fines, del tiempo que me toca vivir y hacia delante, son importantes? Primero: ¿puedes mantener como elemento central de la política la relación amigo-enemigo, en el sentido de enemistad profunda, de polémica, sin al mismo tiempo arriesgarte a que se te devuelva eso, entonces termines siendo presa de tu mismo sembradío? En otras palabras, la cuestión constitutiva de la nación venezolana, como sociedad política, está planteada como nunca antes.
Esta interrogante queda como legado. También el discernir que una cosa es el desarrollo y otra el crecimiento. Y, por último, hoy tenemos la posibilidad de hablar del petróleo. Hablar del petróleo con un grado de conocimiento que no teníamos hace unos años. Terminará siendo un tema, y esto lo voy a decir con todo respeto, que probablemente no será para las multitudes. Aquí la conducción política tiene que ejercitar su mejor criterio, para que el hecho de que no se sea para las multitudes, no signifique excluir a las personas de las consecuencias del conocimiento y de sus decisiones. Pero eso le corresponde hacerlo al genio político, del cual, como de ningún otro genio, yo no participo.
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